El Banquete de la Amistad
En un pequeño barrio de Buenos Aires, dos hermanas, Fátima y Nina, vivían en una casita modesta. A pesar de tener poco, siempre intentaban mantener el ánimo. Sin embargo, había días en los que el estómago les hacía ruido y la nevera estaba vacía.
Una soleada mañana, mientras jugaban a inventar usos para una caja vacía de cartón, escucharon un golpe en la puerta.
"¿Quién será?" - preguntó Fátima, con curiosidad.
"No sé, veamos" - respondió Nina, acercándose cautelosamente.
Cuando abrieron la puerta, se encontraron con Ángela, una vecina que siempre tenía una sonrisa amable y un corazón generoso.
"¡Hola, chicas!" - exclamó Ángela, llevando una bolsa llena de comida. "Se me hizo tarde el desayuno y quiero compartir un poco con ustedes. ¿Qué tal un picadito de sándwiches y frutas?"
Los ojos de Fátima y Nina se iluminaron. Si bien nunca habían recibido nada de esa magnitud, lo que más les sorprendió no fue la comida, sino la amabilidad de Ángela.
"¡Gracias, Ángela!" - gritaron al unísono, abrazándola. "No teníamos nada para comer hoy."
Ángela sonrió, pero su rostro se tornó sereno. "Nunca hay motivo para sentirse mal por necesitar ayuda. Todos enfrentamos tiempos difíciles. La verdadera magia está en compartir lo que uno tiene."
Las tres se sentaron en la mesa, que lucía espectacular con la comida de Ángela. Mientras disfrutaban del festín, comenzaron a hablar sobre lo que les gustaba hacer. Fátima se emocionó al contar sobre sus habilidades para dibujar y Nina confesó su amor por contar historias.
"Una vez soñé que tenía un cuaderno mágico donde las historias cobraban vida" - dijo Nina. Entonces se le ocurrió una idea.
"¿Qué tal si hacemos una historia juntas sobre un viaje que hagamos a través de la comida que compartimos?"
Fátima aplaudió de alegría. "¡Sí! Se puede incluir la comida de cada uno. Podemos viajar a lugares diferentes con cada bocado."
Ángela, encantada, las apoyó en su idea. "Me parece maravilloso, ¡podemos hacer un libro familiar! Y con las ilustraciones de Fátima, será un gran éxito."
Las horas pasaron volando, y cuando menos lo esperaron, el picadito de comida se había convertido en una verdadera fiesta de creatividad y alegría.
A la noche, después de despedir a Ángela, las chicas se sentaron en el suelo de su habitación, rodeadas de papeles, colores y cajas de cartón.
"Mañana podemos ponernos a dibujar nuestros personajes y aventuras" - dijo Fátima.
"Sí, y cada vez que tengamos hambre podemos recordar nuestra historia y pensar en los lugares que hemos visitado juntas" - agregó Nina con una sonrisa.
Los días pasaron y las hermanas, junto a Ángela, trabajaron arduamente en su proyecto. Se ayudaban unas a otras, cultivando una fuerte amistad que llenó sus corazones.
Finalmente, el libro fue terminado, y Fátima y Nina organizaron una pequeña presentación en su casa, invitando a los vecinos. Ángela fue la primera en llegar y, al ver la mesa llena de comidas y las historias ilustradas, su corazón se llenó de orgullo.
"Esto es más que un libro, ¡es un símbolo de nuestra amistad!" - exclamó Ángela.
"Y siempre habrá un lugar para compartir aquí" - agregó Nina, mirando a su hermana.
"¡Que sigan los viajes a través de la comida, chicas!" - concluía Ángela, mirando a los demás vecinos y sintiendo, una vez más, que la magia de compartir siempre dejaría sabor en sus corazones. Con el triunfo del libro y su amistad, demostraron que, aunque a veces haya dificultades, siempre hay esperanza si se comparte.
Así, Fátima y Nina no solo aprendieron a compartir sus historias y comidas, sino también a construir lazos que las acompañarían una vida entera.
FIN.