El Barquito de los Sueños



En un pequeño y colorido pueblo llamado Risas, vivían tres amigos inseparables: Luli, el payaso risueño; Tobi, el pequeño inventor; y Ana, la soñadora artista. Cada día después de la escuela, se reunían en la plaza para jugar, divertido, pero hoy se sentían un poco tristes.

"¿Qué te pasa, Luli?" -preguntó Tobi, notando la expresión del payaso.

"Es que hoy no tengo ganas de hacer reír a nadie, chicos. Los niños del barrio me dicen que los payasos son cosa del pasado" -respondió Luli, mientras miraba al suelo.

Ana miró a su amigo, pensativa, y de repente tuvo una idea.

"¡Ya sé! Podemos construir un barquito y navegar en el canal de la alcantarilla. ¡Ahí es donde empieza la aventura!" -exclamó.

Los amigos se entusiasmaron y corrieron hasta el taller de Tobi, donde él tenía todos los materiales necesarios. Juntos, empezaron a hacer su pequeño barquito con cajas, plástico, y un montón de colores. Mientras trabajaban, Tobi dijo:

"¡Lo más importante es que nuestro barquito vaya lleno de risas y alegría!"

A lo que Luli respondió, sonriendo por primera vez en el día:

"Sí, así demostraré que los payasos siempre traeremos alegría, sin importar lo que digan."

Después de horas de trabajo, el barquito estaba listo. Tenía la forma de un gato sonriente, decorado con globos y brillos que los hacía destacar. Con gran emoción, los tres amigos decidieron llevarlo al canal.

Justo cuando estaban por lanzarlo, un grupo de niños del barrio se acercó.

"¿Qué están haciendo?" -preguntó uno de ellos con curiosidad.

"Hicimos un barquito para navegar en el canal. ¡Quieren ver!" -dijo Ana, entusiasmada.

Los otros niños se cruzaron de brazos.

"Eso suena raro, los payasos no pueden navegar" -murmuró una niña.

Pero Luli, decidido a probarles lo contrario, dijo:

"¡Vamos a poner a prueba nuestro barquito! ¡Ustedes son bienvenidos a ver cómo navega!"

Con esa invitación, un grupo de niños decidió quedarse, intrigados. Luli, Tobi y Ana empujaron el barquito al agua, y ¡sorpresa! El barquito fluyó alegremente, rodeado de risas y pequeñas olas.

"¡Miren, vuela!" -gritó Tobi, mientras todos reían y aplaudían.

Fue entonces cuando sucedió algo inesperado: el barquito, con su alegría, atrajo a muchos otros niños que comenzaron a correr para unirse a la diversión. Los tres amigos se miraron y sonrieron, pues sintieron que estaban haciendo lo que mejor sabían: compartir alegría.

Un niño del grupo, que se había mantenido alejado, finalmente se acercó.

"Me gusta tu barquito. Los payasos sí pueden hacer cosas geniales" -dijo con una gran sonrisa.

Luli saltó de alegría y respondió:

"¡Claro que podemos! Los payasos, los inventores, y los artistas, podemos soñar en grande."

Y así, el canal de la alcantarilla se convirtió en un verdadero espectáculo, lleno de risas y color, donde todos disfrutaron de la magia del barquito de los sueños.

Ese día, los niños aprendieron que siempre hay un espacio para la creatividad y las risas, y que a veces solo se necesita un pequeño empujón para comenzar a brillar. Desde entonces, Luli, Tobi y Ana continuaron creando nuevas aventuras, demostrando que la magia del juego y la amistad nunca pasan de moda.

FIN.

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