El Barquito de Papel y el Taller de Don Esteban



Érase una vez un pequeño barco de papel llamado Panchi. Su sueño más grande era navegar por el lago del parque y sentir el viento en su pequeña vela. Pero un día, mientras surcaba las aguas verdes, se dio cuenta de que estaba perdiendo una parte de su casco.

- ¡Oh no! - exclamó Panchi - No puedo navegar así.

Con el corazón lleno de esperanzas, se dirigió al taller de Don Tomás, un muy conocido reparador de barcos en el vecindario. Cuando llegó, Don Tomás lo miró de arriba a abajo y dijo:

- Lo siento, Panchi, pero no tengo tiempo para ti.

Eso dejó a Panchi muy triste.

- ¿Qué haré ahora? - se preguntó, mientras se deslizaba lentamente hacia la salida del taller.

Sin embargo, mientras navegaba por el parque, escuchó una voz.

- ¡Hola, Panchi! - se giró y vio a su viejo amigo, Don Esteban, que siempre tenía una sonrisa en su rostro y la habilidad de reparar cualquier cosa.

- ¡Hola, Don Esteban! - dijo Panchi, con un tono entre triste y esperanzado. - Fui a Don Tomás, pero no quiso ayudarme. Estoy muy triste porque quiero navegar con mis amigos.

- No te preocupes, Panchi. Siempre hay una solución. Vamos a mi taller - dijo Don Esteban con voz animada.

Panchi lo siguió mientras se dirigían a un pequeño taller lleno de herramientas y colores brillantes.

- Aquí te voy a ayudar - dijo Don Esteban mientras comenzó a observar el daño. - Veamos qué podemos hacer.

La amistad entre Don Esteban y Panchi fue creciendo a medida que trabajaban juntos. Don Esteban, con mucha dedicación, le mostró a Panchi cómo repararse a sí mismo.

- Lo primero que debemos hacer es recordarte que cada dificultad tiene una solución - le dijo Don Esteban. Y así, le enseñó a usar cinta, pegamento y algunos otros utensilios que tenía en su taller.

Panchi prestó atención a cada palabra y no tardó en darse cuenta de que podía ser parte de su propia reparación en vez de solo depender de otros.

Juntos, repararon el casco, fortalecieron la vela y, cuando terminaron, Panchi brillaba más que nunca.

- ¡Estoy listo para navegar! - exclamó Panchi emocionado.

- Pero espera un momento - le dijo Don Esteban. - Antes de irte, prueba navegar en esta pequeña piscina que tengo aquí. Es importante que te sientas seguro antes de ir al lago.

Panchi navegó felizmente en la pequeña piscina. Saltó, dio vueltas y disfrutó de la brisa que lo acariciaba.

- ¡Lo logré! - gritó Panchi con alegría. - Gracias, Don Esteban. Eres el mejor.

- Recuerda, Panchi, siempre puedes encontrar soluciones si trabajas con perseverancia y amigos - le dijo Don Esteban sonriendo.

Así, Panchi se despidió de Don Esteban, se dirigió al lago y navegó con sus amigos, disfrutando de su libertad.

Cada vez que miraba hacia atrás, sabía que no solo había navegado, sino que había aprendido a reparar su propia tristeza con el apoyo de un amigo. Y así, Panchi se convirtió en un barco no solo fuerte, sino también sabio porque conocía el valor de las relaciones y el esfuerzo.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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