El Barrilete Escondido



Era un día soleado en el barrio de Lucas, un niño lleno de energía y sueños. Decidido a volar su barrilete, salió corriendo a buscar a su mamá.

"¡Mamá!" - gritó Lucas con una sonrisa radiante. "Hoy es el día perfecto para volar mi barrilete. ¿Vamos al parque?"

Su mamá, que estaba en la cocina preparando el almuerzo, sonrió al escuchar la emoción de su hijo. "Claro, Lucas. Pero primero, asegúrate de que el barrilete esté bien armado."

Lucas asintió y se puso a revisar su barrilete. Era de colores brillantes, con una gran estrella en el medio. Después de unos minutos, salieron juntos hacia el parque, donde el cielo estaba despejado y el viento suave.

Al llegar, Lucas no podía contener su emoción. "¡Mirá, mamá! El viento es perfecto. ¡Voy a hacerlo volar por las nubes!" - exclamó, mientras corría a abrir el barrilete. Y así lo hizo, lo lanzó al aire y, ¡zas! , el barrilete se elevó con gracia.

Pero, de repente, una nube oscura apareció de la nada. "¿Qué es eso?" - preguntó Lucas, mirando hacia arriba, preocupado. La nube parecía moverse rápidamente hacia el parque.

"No te preocupes, Lucas. A veces, el clima puede cambiar de pronto. ¿Por qué no lo vuelves a intentar?" - sugirió su mamá, tratando de calmarlo.

Con un poco de duda, Lucas tomó el hilo del barrilete nuevamente. Sin embargo, en cuestión de minutos, el cielo se nubló por completo y comenzó a llover.

"¡Mamá, mi barrilete!" - gritó Lucas, tratando de cubrirlo con su cuerpo. Pero la lluvia era demasiado fuerte y en un abrir y cerrar de ojos, el hermoso barrilete se cayó al suelo, empapado y aplastado.

"Oh, no..." - susurró Lucas, mirando el barrilete destrozado. "No sé si pueda volver a volar."

Su mamá se agachó y lo abrazó. "Lucas, a veces las cosas no salen como las planeamos. Pero eso no significa que debas rendirte. Puedes volver a armarlo. Solo debes tener más paciencia."

Lucas se secó las lágrimas y miró alrededor. Otros niños también se habían refugiado bajo un árbol, riendo y jugando a los costados. Uno de ellos, llamado Tomás, dijo: "No te preocupes. A veces, el clima puede ser impredecible. Pero siempre podemos hacer algo divertido. ¿Querés jugar a la escondida mientras esperamos que pare de llover?"

Lucas, pensando en lo que su mamá había dicho, sonrió. "Sí, me encantaría. Pero primero, voy a guardar mi barrilete. No quiero que se dañe más."

Así que con la ayuda de su mamá, guardó el barrilete en su mochila. Corrieron a la base del árbol donde los otros niños estaban jugando. "¿Qué tal si jugamos en equipos?" - propuso Tomás. "Podemos hacer dos grupos y ver quién encuentra a más escondidos."

"¡Buena idea!" - dijo Lucas, sintiéndose animado. Y así, la lluvia que había comenzado como un fracaso se transformó en una tarde llena de risas y juegos.

Cuando la lluvia finalmente paró y el sol comenzó a asomarse otra vez, habían pasado varias horas. Lucas se dirigió a su mamá. "¿Podemos intentar volar el barrilete otra vez? Creo que ahora sí soy más fuerte."

Su mamá sonrió y asintió. "Está bien, mi amor. Vamos a hacerlo juntos. Esta vez con más cuidado y paciencia."

Regresaron al parque, y a pesar de que aún había algunas nubes, el sol brillaba tenuemente. Lucas armó su barrilete con mucho cuidado, con la ayuda de su mamá y sus nuevos amigos. Cuando finalmente lo lanzó al aire, este subió con fuerza y comenzó a danzar entre las nubes con una alegría renovada.

"¡Lo logré!" - gritó Lucas, saltando de felicidad. "¿Ves, mamá? El barrilete vuela de nuevo."

Su madre lo abrazó con orgullo. "Sí, Lucas. Siempre recuerda que, aunque algo no salga como esperabas, hay muchas formas de reencontrar la alegría. Además, el trabajo en equipo hace que todo sea más divertido."

Y así, Lucas aprendió que, a veces, incluso las nubes más oscuras pueden dar paso a un hermoso día, si uno se atreve a perseverar y buscar la compañía de amigos en el camino. Y desde ese día, cada vez que veía un barrilete volar en el cielo, sonreía al recordar su aventura y la importancia de nunca rendirse ante los imprevistos.

FIN.

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