El Barro Salvador


Había una vez un grupo de conejos que vivían en un bosque mágico. Todos los días, salían a buscar zanahorias y otras verduras para comer.

Pero había un pequeño detalle: estos conejos eran muy finos y no querían ensuciarse las patas al correr por el barro.

Un día, mientras caminaban por el bosque, se encontraron con un conejo viejito y sabio que les dijo: "Mis queridos amigos, ¿por qué son tan finos? El barro es parte de la vida del bosque y ustedes están perdiéndose la mitad de la diversión al evitarlo". Los conejos se quedaron pensando en las palabras del sabio conejo y decidieron darle una oportunidad al barro.

Al principio fue difícil y algunos se quejaron porque les daba asco sentirlo entre sus patas delicadas. Pero poco a poco fueron descubriendo lo divertido que era saltar en los charcos y hacer castillos de barro.

Un día, mientras jugaban, vieron a lo lejos a una familia de ratones que estaban atrapados en un hoyo lleno de lodo. Los ratones pedían ayuda pero ninguno podía acercarse sin mancharse las patas.

Fue entonces cuando uno de los conejos recordó lo que el sabio conejo les había dicho: "No hay nada más importante que ayudar a quienes necesitan nuestra ayuda". Con esta frase en mente, todos los conejos juntos hicieron una cadena humana para sacar a los ratones del hoyo.

Después de esa experiencia, los conejos entendieron que ser fino no era tan importante como ayudar a otros cuando lo necesitaban. Desde ese día, dejaron de preocuparse por ensuciarse y se convirtieron en los conejos más felices y solidarios del bosque.

"Gracias por enseñarnos el valor de la ayuda", dijo uno de los conejos al sabio conejo. "De nada, mis amigos. Recuerden que la verdadera belleza está en el corazón", respondió el sabio conejo con una sonrisa.

Y así, los conejos finos aprendieron a disfrutar de la vida sin importar las manchas que pudieran dejar en su pelaje.

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