El bebé del cerro


Había una vez en un pequeño pueblo de las afueras de Buenos Aires, un viejo llamado Don Elías. Era conocido por ser valiente y curioso, siempre dispuesto a explorar los rincones más oscuros y misteriosos de la región.

Una noche oscura y fría, Don Elías decidió dar un paseo por el cerro que se alzaba cerca del pueblo. Mientras caminaba entre la niebla espesa, escuchó ruidos extraños que provenían de un establo abandonado.

Intrigado, se acercó sigilosamente y lo que vio lo dejó petrificado: allí, en el suelo, yacía un bebé envuelto en harapos.

El viejo se acercó con cautela al bebé y notó algo extraño en él: sus ojos brillaban con un intenso color rojo, sus encías mostraban unos afilados colmillos y su lengua se movía como la de una serpiente. A pesar del terror que sentía, Don Elías decidió reagarrar al bebé en brazos y llevarlo consigo de regreso al pueblo.

Al llegar al pueblo, la gente quedó horrorizada al ver al extraño bebé que el viejo sostenía entre sus brazos. Algunos creían que era una criatura maligna enviada para sembrar el caos en el lugar.

Sin embargo, Don Elías estaba decidido a demostrarles que todos merecían una oportunidad. Decidió criar al bebé como si fuera su propio nieto, enseñándole valores como la bondad, la generosidad y el amor por los demás.

A medida que pasaban los años, el niño demostraba tener habilidades especiales: podía comunicarse con los animales del bosque e incluso sanar a los enfermos con solo tocarlos.

Poco a poco, el niño fue ganándose el cariño de todos en el pueblo con sus actos desinteresados y su noble corazón. Ya no había rastro de aquella criatura temible que había sido encontrada en el establo aquella noche fatídica.

Con el paso del tiempo, aquel niño creció para convertirse en un joven sabio y compasivo que guiaba a su comunidad hacia un futuro mejor. Gracias a él, el pueblo prosperó y se convirtió en un lugar lleno de paz y armonía.

Y así fue como aquel viejo valiente logró transformar una historia de terror en un cuento inspirador sobre la importancia de dar segundas oportunidades y nunca juzgar a alguien por su apariencia externa. Porque detrás de cada rostro hay una historia esperando ser contada.

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