El Bebé Repollito Llorón



En un hermoso bosque lleno de colores y sonidos, vivía una familia de repollos muy felices. Entre ellos, había un pequeño repollo llamado Pepi, que era conocido por su constante llanto. Pepi no era un repollo cualquiera; era un bebé repollo llameante de emociones que, por cualquier motivo, comenzaba a llorar.

Una mañana soleada, la familia repollo decidió salir a pasear. Mientras exploraban, todos sonreían y disfrutaban del sol. Pepi, sin embargo, comenzó a llorar.

"¿Por qué lloras, Pepi?" -le preguntó su hermana, Roli, mientras le acariciaba una hoja.

"Quiero jugar como los demás, pero no me siento bien" -respondió Pepi entre sollozos.

"Pero si estamos todos juntos, ¡podemos hacer algo divertido!" -dijo su mamá, Repolla, con ternura.

A pesar de los intentos de su familia de animarlo, Pepi no podía dejar de llorar. Pasaron por un río donde había ranas brincando y mariposas volando, pero Pepi seguía lamentándose.

En eso, un anciano búho apareció de entre los árboles. Era sabio y tenía unas grandes alas. Se acercó y les dijo:

"Hola, pequeños repollos. ¿Por qué este llanto tanto ruido genera?"

La madre de Pepi explicó:

"Mi pequeño no deja de llorar y no sabemos cómo hacerlo sonreír."

"Quizás Pepi necesita aprender a expresar sus sentimientos de otra manera. A veces, llorar no es lo único que podemos hacer" -respondió el búho.

Intrigado, Pepi dejó de llorar un momento y preguntó:

"¿Cómo puedo expresar lo que siento sin llorar?"

"En lugar de llorar, puedes contar lo que realmente deseas. ¿Qué te gustaría hacer?" -sugirió el búho.

Pepi pensó por un momento y luego dijo:

"Quiero unirme a los juegos, pero no me siento como los demás repollos."

El búho sonrió y dijo:

"Hoy es el día en que podrás mostrar tu valentía, pequeño Pepi. Empecemos a jugar juntos. ¿Te animas a intentarlo?"

Pepi frunció el ceño, inseguro, pero decidió probar. Con un pequeño empujón de su mamá, comenzó a dar saltitos en el lugar y a acompañar a su hermana Roli. Al principio era tímido, pero luego se dio cuenta de que no estaba solo. El resto de su familia lo alentaba, y él se dio cuenta de que podía ser feliz sin llorar.

Pronto, mientras jugaban a las escondidas entre los arbustos, el pequeño repollo encontró su voz:

"¡Estoy escondido! ¡No me encuentren!" -gritó riendo. Era la primera vez que gritaba de alegría en lugar de llorar.

Todo el bosque resonó con risas, y incluso el búho aplaudió con sus alas doradas.

"¡Muy bien, Pepi! Ahora estás aprendiendo que expresar tus sentimientos de manera diferente es posible y puede ser igual de divertido."

Con cada juego, el llanto de Pepi se transformó en risas. Al final del día, cuando el sol comenzó a ocultarse, Pepi sintió una gran felicidad y una pequeña fatiga.

"Gracias, abuelo búho, creo que he aprendido a compartir mis emociones de otra manera" -dijo Pepi,

"Siempre habrá un lugar para tus lágrimas, pero también hay espacio para la alegría y el amor" -respondió el búho sonriendo.

Desde ese día en adelante, Pepi ya no fue conocido como el bebé repollo llorón, sino como Pepi, el repollo alegre. Nunca olvidó cómo expresar sus emociones, y aunque a veces se sentía triste, ya sabía que podía compartir sus sentimientos con los demás en lugar de solo llorar.

Y así, en el bosque, Pepi y su familia repollo vivieron felices y emocionados, siempre listos para contar lo que sentían, recordando siempre que las palabras son la llave para abrir el corazón.

FIN.

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