El Bebé Soñador
Era una mañana soleada en Buenos Aires, y un pequeño hogar estaba lleno de risas y amor. Mamá y papá esperaban ansiosos la llegada de su primer bebé. El cuarto estaba decorado con nubes de colores, estrellas y un gran cartel que decía: "¡Bienvenido, Amadeo!".
Finalmente, llegó el día tan esperado. En el hospital, mamá lo sostuvo por primera vez.
"Mirá lo que tenemos aquí, amorcito" - dijo mamá, con una sonrisa radiante. Papá no pudo evitar sonreír también.
Amadeo era un bebé hermoso, y su llanto llenó la sala como un alegre canto. Sus padres estaban emocionados de tenerlo con ellos.
Unas semanas después, ya en casa, mamá siempre le contaba historias a Amadeo.
"Una vez, había un pequeño pajarito que soñaba con volar alto" - comenzaba mamá.
"¿Y voló?" - preguntaba Amadeo con sus grandes ojos curiosos.
"¡Claro que sí! Pero al principio tuvo mucho miedo. Sin embargo, sus amigos lo alentaron y, al final, ¡voló más alto que todos!" - decía mamá, mientras mecía suavemente a Amadeo.
Amadeo escuchaba atento, y su corazón latía rápido. Vogueando por las historias de la valentía, y cómo los sueños podían hacerse realidad.
A medida que pasaban los meses, Amadeo creció y comenzó a gatear. Un día, mientras exploraba la casa, se encontró con su peluche favorito, un oso gigante llamado Nicolás.
"Hola, Nicolás. Hoy vamos a vivir una aventura" - le dijo, sin saber que estaba a punto de tener la mayor aventura de su vida.
Esa tarde, mientras papá y mamá estaban ocupados en la cocina, Amadeo, decidido, se arrastró hacia la puerta del balcón. Miró hacia afuera; los árboles se mecían suave y la luz del sol brillaba entre las hojas.
"¿Qué habrá allá afuera?" - pensó intrigado.
Con un gran empujón, abrió la puerta. En un segundo, ¡la aventura comenzó! Se encontró en su propio jardín, y ahí, entre flores de todos los colores, vio un grupo de mariposas revoloteando.
"¡Wow!" - exclamó Amadeo, asombrado.
Decidido a seguirlas, comenzó a gatear. Las mariposas, al verlo, parecían guiarlo. Amadeo sonrió, y mientras las seguía, sentía que podía hacer cualquier cosa.
Luego, las mariposas lo llevaron a un árbol gigante. Era tan alto que parecía tocar el cielo.
"¿Subiré hasta arriba?" - se preguntó, mirando el árbol. Pero un poco de miedo se asomó.
En ese momento, escuchó la voz de Nicolás en su mente.
"Recuerda al pajarito que soñaba con volar. Si él pudo, ¡tú también!" - le dijo el oso.
Tomando aliento, Amadeo decidió intentar escalar algunas ramitas bajas, y poco a poco subió, con la ayuda de las fuertes ramas. Al llegar a la primera plataforma del árbol, sintió una brisa fresca. Miró a su alrededor y vio una vista maravillosa.
"¡Mirá, Nicolás! ¡Es hermoso!" - gritó con entusiasmo. Pero justo en ese momento, se dio cuenta de que estaba un poco alto y el miedo regresó.
"No estoy seguro de poder bajar..." - pensó Amadeo, un poco paralizado.
Pero de repente, escuchó a su papá llamándolo desde el fondo del jardín.
"¡Amadeo! ¡Amor, ven aquí, es hora de la merienda!" - gritó papá.
El niño, al sentir el amor en la voz de su papá, recordó lo que había aprendido.
"Si puedo subir, también puedo bajar" - se dijo a sí mismo. Con cuidado, comenzó a descender, usando las ramas como escalones.
Cuando finalmente tocó el suelo, su corazón latía con fuerza.
"Lo logré, Nicolás! No es tan difícil como parece" - dijo, abrazando su peluche con alegría.
Justo en ese momento, mamá y papá salieron al balcón.
"Amadeo, ¡estás en el jardín! Te buscábamos" - mamá exclamó, asustada pero aliviada al verlo sano y salvo.
Amadeo sonrió mientras se levantaba del suelo.
"Fui a seguir mariposas, y escalé el árbol" - dijo orgulloso.
"Eso es increíble, hijo. Pero la próxima vez, avísanos, ¿sí?" - papá le dio una sonrisa cálida.
Y así, Amadeo aprendió que los sueños pueden hacerse realidad, pero que es importante también estar seguros y comunicarse con quienes nos aman. Días después, la aventura de ese día se transformó en una de las historias que mamá contaba mientras mecía nuevamente a su bebé.
Amadeo sonrió y pensó que, como él y Nicolás, todos podíamos ser valientes y nunca rendirnos ante nuestros sueños.
FIN.