El Beso de la Amistad
Había una vez en un pequeño pueblo, dos amigos inseparables llamados Lucas y Mateo. Desde que eran muy chiquitos, jugaban al fútbol en la plaza, compartían sus juguetes y se ayudaban en todo. A medida que crecían, su amistad se hacía más fuerte. Un día, mientras paseaban por el parque, Lucas miró a Mateo y le dijo:
"Che, Maty, ¿te acordás de cuando jugábamos a hacer castillos de arena? ¡Éramos unos arquitectos!"
"Sí, ja, y siempre hacíamos torres muy altas que terminaban cayéndose. ¡Pero no importaba! Lo importante era divertirse juntos", respondió Mateo.
Mientras caminaban, un grupo de chicos más grandes se acercó a ellos, riéndose y burlándose. "¿Qué, todavía juegan a esas cosas? Son unos bebés".
Lucas se sintió mal, pero Mateo lo miró y le dijo:
"No les hagas caso. Hacemos lo que queremos, somos amigos, ¡y eso es lo que importa!"
Los dos se dieron la mano en señal de apoyo.
Al llegar al lago en el parque, Lucas tuvo una idea.
"¿Te parece si hacemos un barco de papel y lo tiramos al agua?"
"¡Sí! Pero hagámoslo gigante", contestó Mateo, emocionado.
Juntos, recogieron papeles del suelo y comenzaron a armar el barco, riendo y complicando los diseños. Al terminar, lo dejaron flotar en el agua.
"Mirá cómo navega, ¡es increíble!" dijo Lucas, mientras el barco se alejaba.
De repente, un viento fuerte sopló y el barco se fue más lejos. Ambos se miraron preocupados.
"¿Y ahora qué hacemos?" preguntó Lucas.
"¡Vamos a rescatarlo!" exclamó Mateo.
Los chicos corrieron a la orilla, pero el barco ya había llegado a la parte más honda del lago. De repente, Mateo, que era buen nadador, se lanzó al agua.
"¡Maty, ten cuidado!" gritó Lucas.
Pero Mateo, decidido y valiente, nadó hasta el barco y logró atraparlo. Sin embargo, cuando regresaba, una ola lo empujó y necesitó la ayuda de Lucas.
"¡Lucas! ¡Ayúdame!" gritó Mateo, mientras luchaba contra el agua.
Sin pensarlo dos veces, Lucas se lanzó al agua y nadó hacia él. Al llegar, Lucas tomó la mano de Mateo con fuerza.
"¡Agárrate fuerte!"
Ambos nadaron juntos hacia la orilla, y finalmente lograron salir del agua, exhaustos pero felices.
Una vez en la orilla, se miraron, con el corazón latiendo rápido. Sin darles vergüenza, se acercaron y se dieron un beso en la mejilla.
"¡Lo logramos! Eres mi héroe!" exclamó Lucas.
"Y tú el mío. Siempre estaré a tu lado", respondió Mateo.
Al final del día, entre risas y juegos, ambos se abrazaron. Lucas miró a Mateo con admiración y le dijo:
"¿Sabés? A veces no necesitamos un barco de papel para sentirnos libres y felices, solo tener a un amigo como vos".
"Así es, y siempre apoyarnos. Incluso si se siente raro, la amistad es lo mejor que tenemos", contestó Mateo.
Desde ese día, los dos amigos seguían haciendo locuras, exploraban nuevos lugares, y descubrieron que la verdadera amistad era como un barco que jamás se hunde, ya que siempre navegan juntos, sin importar lo que venga.
Y así, Lucas y Mateo aprendieron que la vida está hecha de momentos divertidos y de apoyo incondicional, y aunque enfrentaran desafíos, su vínculo siempre los mantendría a flote.
FIN.