El beso mágico de La Paternal
En la colorida ciudad de La Paternal, un barrio donde los murales cuentan historias y las calles son un laboratorio de aventuras, vivía un niño llamado Urbano. Urbano tenía una gran pasión por el arte, pero lo que más le gustaba era compartirlo con los demás.
Un día, mientras paseaba con su cuaderno de dibujos, comenzó a nevar. Pero no era una nevada común, eran pequeños copos de colores que caían del cielo. "¡Qué maravilla!" - exclamó Urbano al ver cómo los copos coloreaban el pavimento gris de la ciudad.
Mientras paseaba admirando el espectáculo, conoció a Besa, una perrita que parecía tan curiosa como él. "Hola, ¿te gustaría jugar conmigo?" - le dijo Urbano. Besa movió su cola con entusiasmo y juntos corrieron por las calles.
Mientras jugaban, de repente, el cielo se oscureció y comenzó a llover. No era una lluvia ordinaria; los gotones brillaban como estrellas. "¡Mirá, Besa! Es una lluvia mágica. Debemos encontrar un refugio" - dijo Urbano, buscando un lugar donde podrían resguardarse.
Fue entonces cuando llegaron a un pequeño parque que parecía olvidado, lleno de flores marchitas y un viejo banco de madera. Pero había algo especial en aquel lugar, un aura de posibilidad. Urbano se sentó en el banco y empezó a dibujar lo que veía, y de su lápiz comenzaron a salir hermosas flores de colores que se alzaban en el aire.
La lluvia mágica seguía cayendo y cuando las flores terminaban de flotar, se transformaban en hermosos murales que cubrían las paredes del parque. "¡Mirá, Besa! Estamos creando algo increíble."
La perrita ladró alegremente, animando a Urbano a seguir creando. En ese instante, un grupo de niños que estaban jugando en el parque se acercaron. "¿Qué están haciendo?" - preguntó una niña llamada Kitt Connor, apasionada por el arte también. – "Estamos pintando el parque con flores mágicas. ¡Ven a ayudarnos!" - respondió Urbano.
Sin pensarlo dos veces, Kitt tomó un lápiz y empezó a dibujar junto a Urbano. Más y más niños se unieron, y pronto, el parque se llenó de risas, colores y creatividad. Cuando terminaron, el lugar era un festival de colores brillantes y risas felices.
Sin embargo, por un momento, el cielo se oscureció nuevamente. Una nube gris se acercaba rápidamente y el clima empezó a cambiar. Todos miraron nerviosos, pero Urbano recordó la magia que habían creado. "No tengamos miedo. Esta lluvia puede ser también nuestra aliada. ¡Sigamos creando!" - les dijo con energía. Todos lo miraron con ojos sorprendidos.
Así fue como los niños comenzaron a inventar nuevas historias. Al son de la lluvia, su arte cobraba vida. Hicieron que pequeños dragones de papel salieran volando y que un sol resplandeciente iluminara el universo con su luz. Lo que comenzó como una simple lluvia se transformó en una aventura mágica.
Los niños terminaron su dibujo y se quedó en el aire brillando, demostrando que, a través de la imaginación y el trabajo en equipo, podían enfrentar cualquier desafío que se les presentara. "¡Lo logramos!" - gritó Besa, ladrando con alegría.
Desde ese día, el parque de La Paternal se convirtió en el lugar donde cada vez que llovía, un paisaje artístico aparecía. La lluvia mágica no solo hacía florecer un parque, sino también la amistad y la creatividad de todos los niños de La Paternal.
Y así, Urbano, Besa y Kitt Connor aprendieron que la verdadera magia estaba en la unión, la imaginación y la alegría de crear juntos. Al final, no solo transformaron un viejo parque, ¡sino que hicieron de La Paternal un lugar aún más especial! .
FIN.