El Beso Prohibido
Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, dos adolescentes llamados Lucero y Javier. Eran amigos desde la infancia, pero en el último tiempo, algo había cambiado entre ellos. Después de muchas risas y miradas furtivas, un día decidieron que era el momento de dar un paso más y se dieron su primer beso bajo un árbol en el parque.
Mientras se besaban, las risas y susurros del parque se disiparon, y todo lo que existía era el mágico momento entre ellos. Sin embargo, no se dieron cuenta de que los padres de Lucero y Javier estaban cerca, paseando por el mismo parque.
De repente, Lucero sintió una mano en su hombro. Era su madre, con una mirada de sorpresa y preocupación.
"¡Lucero! ¿Qué estás haciendo aquí?" - le dijo, con voz temblorosa.
Javier, por su parte, escuchó pasos detrás de él y al girarse vio a su padre, que lo miraba con una mezcla de alarma y decepción.
"Javier, ven aquí ahora mismo" - ordenó su padre, frunciendo el ceño.
Ambos chicos se separaron rápidamente, sintiendo que el mundo se venía abajo. Sin embargo, la sorpresa no terminó allí.
Tiempo después, mientras sus padres los llevaban a casa, los chicos sintieron cómo una ola de tristeza se apoderaba de ellos. Al llegar, los padres se hicieron un lado y comenzaron a hablar entre ellos, con tonos elevados y gestos adustos.
"No puede ser que hagas estas cosas, Lucero. A tu edad deberías enfocarte en los estudios, no en... esto" - decía su madre.
"Esto no es un juego, Javier. No quiero que te relaciones con cualquier persona" - le decía el padre.
Ambos parents parecían tan furiosos que Lucero se sintió pequeña y muy triste. El peso de los regaños era un poco abrumador.
"Lo sentimos, de verdad. No queríamos que esto pasara" - dijeron los chicos casi al unísono.
Después de una larga charla, la madre de Lucero, con voz más serena, dijo:
"Tienen que entender que no estamos en contra de ustedes, sino de lo que puedan hacer si no están preparados para esa responsabilidad".
Fue entonces que la madre, en un gesto conciliador, propuso algo:
"Hagamos una reunión familiar para hablar de esto como adultos. Necesitamos entender sus sentimientos y que ustedes también entiendan los nuestros".
Esa noche, Lucero y Javier, aunque nerviosos, se sentaron con sus padres. Fue una noche de sinceridad y risas, donde todos compartieron sus pensamientos.
"Nos gusta estar juntos, pero no queremos traicionar sus expectativas" - dijo Javier, su voz tenía un tintineo de inseguridad.
"Lo comprendo, pero hay un tiempo y lugar para todo. Ustedes son jóvenes y está bien tener sentimientos, siempre que se manejen de manera adecuada" - respondió el padre de Lucero.
Con el tiempo, las tensiones se fueron aquietando. Los cuatro conversaron sobre amor joven, amistad, la importancia de la confianza y el respeto.
"Parar un momento para pensar en las decisiones que tomamos puede ser más valioso que cualquier beso" - dijo la madre de Javier.
La noche terminó con sonrisas y el compromiso de que la comunicación abierta de ahora en adelante sería fundamental. Lucero y Javier sintieron un gran alivio al irse a su casa, ya que entendieron que la comunicación y el respeto eran esenciales en cualquier relación.
Y así, la vida continuó, pero con una nueva lección aprendida. Lucero y Javier ahora sabían que los besos y las relaciones, aunque emocionantes, venían con responsabilidad y siempre era mejor compartir lo que sentían con sus padres o amigos.
FIN.