El bizcochuelo mágico de la escuela N 150



Era un día soleado en la escuela N° 150, y los alumnos de primer grado estaban súper emocionados por la llegada del Ingeniero Martín, quien iba a enseñarles sobre la ciencia de la cocina. Todos los chicos habían escuchado rumores sobre un bizcochuelo mágico que podía hacer cosas sorprendentes.

- Hoy aprenderemos a hacer un bizcochuelo, pero este es un bizcochuelo especial - anunció el Ingeniero Martín con una sonrisa. - ¡Es mágico!

Los niños se miraron entre ellos con los ojos llenos de curiosidad.

- ¿Mágico? - preguntó Valentina, levantando la mano. - ¿Cómo un bizcochuelo puede ser mágico?

- Bueno, no es que el bizcochuelo hable o vuele - explicó el Ingeniero. - Pero este bizcochuelo tiene una receta muy especial. Cuando lo preparan, les enseña a ser mejores amigos.

Los chicos se miraron y comenzaron a murmurar.

- ¡Eso suena increíble! - gritó Tomi. - ¡Yo quiero hacer amigos!

- Muy bien, entonces, vamos a cocinar - dijo el Ingeniero.

Los niños se pusieron sus delantales y empezaron a trabajar en la cocina de la escuela. Cada uno tenía una tarea: Valentina rompía los huevos, Tomi medía la harina y Sofía revolvía la mezcla. Mientras tanto, el Ingeniero Martín les contaba historias sobre la importancia de trabajar en equipo.

- En un bizcochuelo, cada ingrediente es importante, así como cada uno de ustedes en este grupo - dijo.

Cuando terminaron de mezclar los ingredientes, pusieron la mezcla en un molde y lo metieron al horno. Mientras esperaban, el Ingeniero dijo:

- Ahora viene la parte mágica. Cuando el bizcochuelo esté listo, cada uno de ustedes deberá hacer un deseo de amistad. Pero recuerden, los deseos deben ser sinceros.

Todos se sentaron en círculo, esperando ansiosos a que el bizcochuelo estuviera listo.

De repente, un delicioso olor llenó el aire.

- ¡Listo! - exclamó el Ingeniero, sacando el bizcochuelo del horno.

Todos batieron palmas de alegría.

- Ahora, vamos a decorarlo - propuso Sofía.

Mientras decoraban, los niños comenzaron a hablar sobre lo que deseaban.

- Yo deseo que todos seamos amigos - dijo Valentina, y todos asintieron.

- Yo deseo que nunca peleemos - agregó Tomi.

A medida que compartían sus deseos, el bizcochuelo empezó a brillar suavemente. Los chicos se miraron asombrados.

- ¡Miren! - gritó Sofía. - ¡Es de verdad!

- Es el poder de la amistad - dijo el Ingeniero Martín. - Cada deseo sincero fortalece el bizcochuelo. Recuerden que, como la mezcla, cada uno tiene un papel importante en la vida de los demás.

Después de decorarlo, todos se sentaron a disfrutar del bizcochuelo. Mientras lo compartían, los niños se sintieron más unidos que nunca.

- Este bizcochuelo no solo está delicioso - dijo Valentina mientras saboreaba una porción. - ¡Es lo mejor que he probado!

De repente, se oyeron risas y charlas amistosas.

- ¡Esto es mágico! - exclamó Tomi. - ¡Estamos mejorando como amigos!

Los niños pasaron el resto de la tarde riendo, compartiendo historias y disfrutando de su bizcochuelo mágico.

Cuando llegó la hora de irse, todos se despidieron con abrazos y sonrisas.

- No olviden que la verdadera magia está en la amistad - les recordó el Ingeniero.

Desde ese día, el bizcochuelo mágico se convirtió en un símbolo de unidad en la escuela N° 150, y los niños aprendieron que juntos podían lograr cosas maravillosas.

Cada vez que hacían un bizcochuelo, recordaban su experiencia, y la amistad crecía más y más, como si fuera un bizcochuelo que nunca dejaba de elevarse en el horno.

FIN.

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