El bolígrafo mágico
Había una vez un pequeño bolígrafo llamado Boli, que tenía una característica muy especial: podía dibujar con los ojos cerrados.
No importaba si era de día o de noche, Boli siempre estaba listo para plasmar su arte en cualquier superficie. Un día, mientras exploraba el escritorio de su dueña, la niña Lola, Boli decidió aventurarse más allá y salir a descubrir el mundo exterior.
Con un salto valiente, cayó al suelo y comenzó a rodar por el pasillo de la casa. - ¡Qué emoción! -exclamó Boli mientras se deslizaba por el piso-. ¡Voy a explorar todo lo que pueda! Boli recorrió cada habitación de la casa y dejó hermosos trazos en las paredes blancas.
Sus líneas eran tan perfectas y coloridas que parecían cobrar vida propia. Pero cuando llegó al jardín, algo inesperado ocurrió. El viento sopló fuerte y arrancó las hojas del árbol cercano, llevándolas hacia Boli.
Sin darse cuenta, las hojas se pegaron a sus puntas y comenzaron a moverse como piernas. - ¡Mira qué bonito! -dijo Boli sorprendido-. Ahora puedo caminar sin problemas. Con sus nuevas —"piernitas" , Boli siguió explorando el jardín.
Pasó por flores multicolores e insectos curiosos hasta llegar al estanque donde vivían los patitos. - ¿Y ustedes quiénes son? -preguntó Boli emocionado. Los patitos se acercaron y respondieron:- Somos los patitos del estanque.
¿Quieres jugar con nosotros? Boli aceptó encantado, y juntos comenzaron a dibujar en el agua. Los trazos de Boli se reflejaban en la superficie y creaban figuras mágicas que hacían reír a los patitos. De pronto, un ruido fuerte asustó a todos.
Era el gato de la vecina que se había acercado al jardín. - ¡Corran! -gritó uno de los patitos-. ¡El gato nos quiere atrapar! Rápidamente, Boli cerró sus ojos para concentrarse y dibujó una puerta mágica en el aire.
Todos saltaron dentro de ella justo a tiempo antes de que el gato pudiera alcanzarlos. Cuando abrieron los ojos, se encontraron en un lugar maravilloso lleno de colores brillantes y formas divertidas. - ¡Estamos en un mundo mágico! -exclamó Lola emocionada.
Boli sonrió orgulloso y les dijo:- Gracias por acompañarme en esta aventura. Juntos descubrimos lo poderosa que puede ser la imaginación y cómo podemos superar cualquier obstáculo cuando trabajamos en equipo. Desde ese día, Boli nunca dejó de explorar con sus amigos.
Juntos descubrieron lugares increíbles, ayudaron a otros bolígrafos perdidos e inspiraron a las personas con su arte único.
Y así fue como Boli demostró que incluso con los ojos cerrados, siempre podemos encontrar nuestro camino hacia la felicidad mientras compartimos nuestra creatividad con el mundo.
FIN.