El Bonachón Taller de Objetos
En un pequeño pueblo llamado Colorincho, vivía un hombre muy especial llamado Don Tumbo. Era un bonachón inventor que tenía un taller lleno de objetos curiosos. Algunos eran útiles, otros un poco inoportunos, pero todos tenían una historia que contar. Cada tarde, los niños del pueblo se reunían en su taller para descubrir nuevas creaciones.
Un día, Don Tumbo decidió que era hora de hacer algo grande. Tenía un sueño: crear un objeto que uniera a todos los habitantes de Colorincho. Después de una semana de trabajo, presentó su creación: un enorme globo de colores que podía volar. Pero había un problema.
"No sabe volar del todo bien, a veces se va a lo alto y luego baja de golpe," explicó Don Tumbo.
Los niños se miraron entre sí, un poco decepcionados. Pero la curiosidad fue más fuerte.
"¡Vamos a probarlo!" exclamó Lila, una niña de cabello rizado.
Así que organizaron una fiesta en el pueblo. Todos estaban emocionados, pero el globo fue un poco inoportuno. Al primer intento de vuelo, se elevó con fuerza, pero luego comenzó a girar en círculos, llenando el aire de risas y gritos.
"Creo que está asustado a volar demasiado alto!" bromeó Tato, otro niño, con una gran sonrisa.
Con cada intento, el globo hacía cosas inesperadas. A veces, dejaba caer pequeñas tartas que preparaban en casa, provocando una tormenta de dulzura entre los niños, los cuales se lanzaban a atraparlas.
"¡Esto es más divertido que ir a la feria!" gritó Lila, mientras atrapaba un pedazo de torta de chocolate.
A medida que el sol se ponía, el colorido globo se convirtió en el centro de la fiesta. La música sonaba, los niños bailaban, y Don Tumbo se dio cuenta de que, aunque su invento no volara como había planeado, había logrado su objetivo: unir a las personas.
Sin embargo, en medio de la alegría, una fuerte ráfaga de viento hizo que el globo se elevase mucho más alto de lo esperado. Todos miraron al cielo con preocupación.
"¡Se va!" gritó Tato asustado, pero también emocionado.
Don Tumbo se apresuró.
"Tranquilos chicos, voy a intentar sujetarlo. ¡Vamos a ayudarme!"
Los niños, en un gesto de solidaridad, formaron una cadena humana, estirándose lo más que podían. Lila extendió los brazos y dijo:
"¡Juntos podemos lograrlo!"
Con todas sus fuerzas, lograron tirar del hilo del globo. Poco a poco, este comenzó a descender y, para sorpresa de todos, aterrizó suavemente en el patio de Don Tumbo, justo en medio de la fiesta.
"¡Lo logramos!" jubilaron, abrazándose mientras el globo reposaba en el suelo entre risas y aplausos.
Desde entonces, el taller de Don Tumbo fue conocido como el lugar donde los objetos complejos podían volar en los corazones de las personas, y el globo se convirtió en parte de todas las fiestas del pueblo. Los niños aprendieron que, a veces, lo inoportuno puede llevar a momentos entrañables y que la amistad era la clave para superar cualquier obstáculo.
Y así, el espíritu de Colorincho creció, lleno de color y risas, gracias a la imaginación de un bonachón inventor y un grupo de niños valientes que nunca perdieron la esperanza.
FIN.