El Bosque de Agua Mágica
En un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes, vivía una nena llamada Sofía. Desde muy chiquita, Sofía amaba las plantas. Tenía un pequeño jardín en su casa donde cultivaba flores de todos los colores, y siempre dedicaba tiempo a cuidarlas.
Un día, mientras regaba sus plantas, Sofía escuchó un susurro. "¡Ayuda!" - dijo una voz suave. Sofía miró alrededor, confundida.
"¿Quién está ahí?" - preguntó, sorprendida.
"Soy Flor, la flor más vieja del jardín" - respondió una hermosa planta con pétalos dorados. "Tengo un secreto que contarte."
Intrigada, Sofía se acercó. "¿Un secreto? ¡Me encantaría saberlo!"
"Aquí, en nuestro bosque, las plantas no solo se alimentan de tierra y luz. ¡Nos alimentamos de agua! Pero no cualquier agua, ¡sino agua mágica!" - explicó Flor.
Sofía abrió mucho los ojos. "¿Agua mágica? Pero, ¿por qué?"
"Porque esta agua nos da vida y color. Cuanto más agua mágica tenemos, más fuertes y hermosas crecemos. ¡Si encontrás la fuente mágica, podríamos hacer que el jardín y toda la naturaleza florezcan aún más!"
Sofía estaba emocionada. "¡Sí! Tengo que encontrarla. ¿Dónde está?"
"Se encuentra en el corazón del bosque, pero ten cuidado, hay desafíos en el camino." - advirtió Flor.
Sin dudarlo, Sofía decidió partir en busca de la fuente mágica. Caminó por senderos cubiertos de hojas y flores, y pronto se encontró con un arroyo claro. Allí conoció a un pequeño pez llamado Brillo.
"Hola, Sofía. ¿A dónde vas?" - preguntó Brillo.
"Voy a encontrar la fuente de agua mágica para ayudar a las plantas de mi jardín" - contestó Sofía.
"Te puedo ayudar a cruzar el arroyo, pero primero tenés que contarme algo que no sepas" - dijo Brillo con curiosidad.
Sofía pensó un momento. "No sé por qué el sol se oculta por la noche y vuelve a salir por la mañana".
"¡Sencillo! El sol deja su lugar a la luna para descansar, y luego vuelve a iluminar el día" - dijo Brillo, animado.
Contenta por aprender algo nuevo, Sofía pasó el arroyo y continuó su camino. Más adelante, se encontró con un búho sabio perchado en una rama.
"Hola, pequeña. ¿Qué te trae por aquí?" - pregunto el búho.
"Busco la fuente de agua mágica para ayudar a mis plantas" - respondió Sofía.
"Para llegar, tenés que responder a un acertijo. ¿Qué vive en el agua pero nunca se ahoga?" - interrogó el búho.
Sofía se quedó pensativa. "Un pez!" - exclamó al final.
"¡Correcto! Puedes continuar. Buena suerte, Sofía."
Finalmente, tras muchas aventuras, Sofía llegó a una cueva con un resplandor azul. Allí estaba la fuente de agua mágica. "¡Lo logré!" - gritó emocionada.
Sofía tomó un poco de agua en su botella y, antes de irse, escuchó de nuevo la voz de Flor. "Gracias, Sofía. Ahora, llevá esta agua a tu jardín para que todas las plantas crezcan fuertes y hermosas."
Sofía volvió a su hogar y vertió el agua mágica en su jardín. En cuestión de minutos, las flores empezaron a brillar y las plantas florecieron como nunca antes.
"¡Mirá cómo crecemos gracias a ti, Sofía!" - exclamaron las plantas en un coro encantador.
Sofía sonrió, sintiéndose feliz. "Ahora sé que las plantas pueden hacer cosas mágicas, ¡pero también son un regalo que debemos cuidar!"
Desde ese día, Sofía se convirtió en la protectora del bosque y siempre recordaba que la magia estaba en cuidar de la naturaleza, así como ella estaba cuidando de su jardín. Y así, el pueblo floreció con colores y alegría gracias a la curiosidad y el cariño de una niña por las plantas.
Fin.
FIN.