El Bosque de Emociones



En un colorido y frondoso bosque llamado El Bosque de Emociones, vivían diversos animales que representaban diferentes sentimientos. Cada uno de ellos tenía una habilidad especial que ayudaba a los demás a entender y manejar sus emociones. La alegre ardilla Ría siempre estaba lista para hacer reír a sus amigos; el sabio búho Don Sabio ofrecía consejos para resolver conflictos, y la amable tortuga Lenta tenía la paciencia necesaria para escuchar a todos.

Un día, el pequeño conejo Salto llegó al bosque con una gran preocupación.

"¡Chicos, chicos! No sé qué hacer. Me siento muy triste porque no me invitaron a la fiesta de la aldea."

Ría saltó de alegría.

"¡Pero Salto, todos pasan por momentos difíciles! ¡Deberías hablar con Don Sabio!"

Salto, algo dudoso, decidió seguir el consejo de Ría. Al llegar al árbol donde Don Sabio se posaba, se sintió aún más angustiado.

"Don Sabio, me siento muy triste. Nadie me invitó y no sé por qué."

Don Sabio lo miró con ternura y respondió:

"Es natural sentirse así, Salto. Pero, ¿has pensado en hablar con tus amigos? A veces, sólo necesitamos expresar lo que sentimos."

Después de reflexionar, Salto se armó de valor y decidió hablar con sus amigos de la aldea. Sin embargo, cuando llegó, descubrió que todos estaban muy ocupados preparándose para la fiesta.

"¡Salto, ven!", lo llamó la pequeña ratoncita Miña.

"¿Vas a unirte a la fiesta?"

Salto, sintiendo los nervios en su pancita, respiró hondo y dijo:

"Quería hablarles sobre cómo me siento. Me siento triste porque no me habían invitado."

Los amigos, sorprendidos, se miraron unos a otros.

"¡No sabíamos que te sentías así!", exclamó el pájaro Pío.

"Nos da pena, vení a la fiesta con nosotros. La alegría siempre se comparte mejor en grupo," agregó Lenta.

Salto sonrió y se sintió aliviado.

"Gracias, me encantaría ir."

Así, todos juntos fueron a la fiesta, y Salto se dio cuenta de que a veces, solo se necesita hablar sobre lo que sentimos para encontrar el apoyo de amigos.

El día siguiente, Ría propuso otra actividad.

"Vamos a hacer un juego de teatro, así podremos mostrar lo que somos y lo que sentimos. Para eso, tenemos que usar nuestras emociones."

Los amigos aceptaron encantados. Comenzaron a actuar y cada uno usó su habilidad socioemocional. Don Sabio dio consejos sobre cómo resolver las situaciones en el escenario, mientras que Ría hizo reír a todos mostrando los momentos divertidos de los personajes.

Sin embargo, este giro los llevó a una situación inesperada. En medio del juego, una fuerte tormenta comenzó. El miedo se apoderó de todos. Ría comenzó a temblar.

"¡No gustó nada esta tormenta! ¡No quiero salir!"

Lenta, siempre paciente, habló suavemente:

"Chicos, a veces las tormentas también pasan. Es normal sentir miedo, pero es importante apoyarnos mutuamente."

Don Sabio asintió y añadió:

"Tal como cuando expresamos lo que sentimos, en momentos difíciles, la unión hace la fuerza."

Juntos, cada uno compartió su miedo, y poco a poco, la tormenta dejó de parecer tan aterradora. Cuando finalmente pasó, Ría exclamó:

"¡Lo logramos, amigos! ¡Ya no tengo miedo!"

El Bosque de Emociones había enseñado que, a través del apoyo emocional y la comunicación, cada uno podía convertirse en mejor amigo de uno mismo y también para los demás. Fueron aprendiendo a manejar sus emociones y, cuando llegó la celebración del Fin de Emociones, estaban listos.

"¡Bienvenidos a nuestra fiesta!", gritaron todos juntos y pasaron la más maravillosa jornada llena de juegos, bailes y risas.

Desde ese día, en El Bosque de Emociones se habló y se sintió más que nunca sobre la importancia de las habilidades socioemocionales. Y así, Salto, Ría, Lenta, Don Sabio y Pío siguieron promoviendo la felicidad, el apoyo mutuo y la comunicación, haciendo que su bosque fuera un lugar donde siempre se pudiera expresar lo que se siente. **¡Y así fueron felices para siempre! **

FIN.

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