El Bosque de la Amistad
Había una vez, en un hermoso bosque de la Patagonia argentina, una familia de marmotas. En ese hogar vivían Mamá Marmota y su pequeño hijo, Tito. Juntos disfrutaban de largas tardes jugando y explorando el bosque.
Un día soleado, Mamá Marmota decidió llevar a Tito a conocer un nuevo lugar del bosque que ella había descubierto hacía poco tiempo. Era un rincón lleno de flores silvestres y árboles altos que brindaban sombra fresca.
Mamá Marmota estaba emocionada por mostrarle a Tito este lugar especial, así que salieron temprano por la mañana. Caminaron y caminaron mientras se maravillaban con cada detalle del bosque. Pero en medio de tanta emoción, ocurrió algo inesperado.
Un grupo de pájaros traviesos empezó a jugar alrededor de ellos y los distrajo por completo.
Cuando Mamá Marmota volvió la vista hacia Tito, ¡se dio cuenta horrorizada de que lo había perdido! Desesperada, Mamá Marmota comenzó a buscarlo en todos lados: debajo de las hojas caídas, entre las piedras e incluso trepando los árboles más altos para ver si lograba divisarlo desde arriba. Pasaron horas y no encontraba rastro alguno de su amado hijo.
Estaba tan preocupada que comenzó a llorar lágrimas tristes como gotitas cristalinas. En ese momento apareció Don Conejo, quien era conocido por ser muy astuto y perspicaz. Al ver el estado desconsolado de Mamá Marmota, se acercó y le preguntó qué le sucedía.
"Mamá Marmota, ¿qué te ha pasado? Estás tan triste", dijo Don Conejo con preocupación. Mamá Marmota sollozando le explicó lo que había ocurrido y cómo había perdido a Tito en medio del bosque.
Don Conejo escuchó atentamente y luego le dijo: "No te preocupes, Mamá Marmota. Te ayudaré a encontrar a Tito". Ambos comenzaron a buscar por todos lados y siguieron las huellas que encontraban en el camino.
Pasaron por cuevas oscuras, cruzaron ríos cristalinos y treparon montañas empinadas sin rendirse. Finalmente, cuando la esperanza parecía desvanecerse, escucharon un suave llanto proveniente de una cueva escondida entre los arbustos. Corrieron hacia allí y encontraron a Tito asustado pero sano y salvo.
Mamá Marmota abrazó fuertemente a su hijo mientras lágrimas de alegría inundaban sus ojos. Agradeció profundamente a Don Conejo por haberla ayudado en ese momento tan difícil.
Desde aquel día, Mamá Marmota aprendió una valiosa lección: nunca dejar de prestar atención ni distraerse demasiado cuando estás junto a tus seres queridos. También aprendió que siempre hay alguien dispuesto a ayudar cuando más lo necesitas.
Y así fue como Mamá Marmota vivió feliz junto a su hijo Tito, disfrutando cada momento juntos en el hermoso bosque de la Patagonia argentina.
FIN.