El Bosque de la Amistad



Había una vez, en un bosque lleno de colores y árboles altos, un grupo de animales que vivía en paz. Un día, Luna, la ardilla, encontró unas nueces y gritó emocionada:

- ¡Miren lo que tengo!

Al oírla, los conejitos corrieron hacia ella.

- ¡Queremos algunas!

Dijo uno de los conejitos, llamado Pedro, mientras saltaba con alegría.

- ¡Sí, por favor! - agregó su hermana, Lila, con ojitos brillantes.

Luna, con una gran sonrisa, respondió:

- No hay problema, amigos. ¡Las compartiré con ustedes!

Y así lo hizo.

Los conejitos disfrutaron de las nueces, ¡qué delicias! Sin embargo, a medida que pasaban los días, Luna comenzó a notar que cada vez que compartía sus nueces con los conejitos, con frecuencia se olvidaban de agradecer.

Una mañana, mientras buscaba más nueces, Luna los escuchó charlar.

- ¡Qué suerte que tenemos a Luna! - dijo Lila.

- Sí, no tenemos que esforzarnos para conseguir nueces, ¡ella siempre las trae! - respondió Pedro.

Luna sintió un pequeño nudo en su pancita.

- Quizás estoy dándoles tooooodas mis nueces sin pensar en mí - pensó.

Así que decidió que era momento de hacer algo diferente. Al día siguiente, cuando los conejitos la buscaron, Luna les dijo:

- Chicos, hoy quiero hacer un concurso. ¡Quien encuentre más nueces, tendrá más porciones!

Los conejitos se miraron intrigados.

- ¡Me encanta la idea! - dijo Pedro, emocionadísimo.

- Sí, será divertido - agregó Lila.

Así que comenzaron a buscar nueces por todo el bosque.

Pedro y Lila se esforzaban y, para su sorpresa, encontraron muchas más de las que esperaban.

- ¡Miren lo que conseguimos, Luna! - exclamó Pedro, mostrando su gran bolsa llena de nueces.

Luna, sintiéndose feliz porque sus amigos habían aprendido a esforzarse, les dijo:

- ¡Qué bien! Ahora podemos compartir todo.

- ¡Sí! La próxima vez, también podríamos hacer un picnic con todas estas nueces - sugirió Lila.

Todos estaban contentos. La próxima semana, Luna, Lila, Pedro y otros amigos del bosque prepararon un gran picnic.

- ¡Qué delicia! - decía Luna al probar las diferentes comidas que traían los demás.

Cuando llegó la tarde, uno de los pájaros del lugar, Pío, se acercó.

- ¿Puedo unirme?

- ¡Claro!

Dijeron los conejitos.

Así que Luna compartió sus nueces, y todos juntos disfrutaron de un día increíble.

Al final, Lila llevó la voz:

- Gracias, Luna, por enseñarnos que compartir es lindo, pero también es importante esforzarse.

- ¡Sí! - agregó Pedro. - Y que a veces, hay que recordar agradecer lo que se recibe.

Luna sonrió, feliz de ver que sus amigos habían aprendido la lección.

Desde ese día, en el Bosque de la Amistad, no solo compartían y se ayudaban, sino que también aprendieron a valorar los esfuerzos de cada uno.

Y así, en un mundo lleno de colores y árboles altos, vivieron felices, disfrutando de la amistad y el compartir.

FIN.

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