El Bosque de la Amistad
En un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, había un lugar mágico que todos conocían como el Bosque de la Amistad. Este bosque, lleno de árboles altos y flores de mil colores, tenía una particularidad: al final de un sendero, había una puerta que, según contaban las leyendas, llevaba a otro mundo.
Un día, dos amigos, Mateo y Sofía, decidieron aventurarse en el bosque. Son muy curiosos y les encantaba explorar. Mientras caminaban, escucharon el canto de los pájaros y el murmullo de un arroyo.
"¿No te parece que este lugar es increíble?" - preguntó Mateo, mirando hacia arriba.
"¡Sí! Pero tengo una pregunta. ¿Por qué está esa puerta al final del sendero?" - replicó Sofía.
Decididos a descubrirlo, caminaron hacia la puerta. Tenía un brillo especial que los atraía. Cuando llegaron frente a ella, Sofía tocó su superficie acolchada.
"¿Te imaginas qué hay detrás?" - dijo, emocionada.
"Tal vez un mundo lleno de aventuras y... personas hadas" - agregó Mateo con una sonrisa.
Con un empujón, la puerta se abrió, revelando un paisaje deslumbrante. Del otro lado, vieron una amplia pradera llena de criaturas mágicas que brillaban como estrellas: eran las personas adas, seres de luz que volaban y jugaban entre las flores.
"¡Hola! Bienvenidos a nuestro hogar, el Reino de los Bocados de Luz" - dijo una adita llamada Lila, con una melodiosa voz. "¿Vienen a quedase un rato?"
Mateo y Sofía se miraron, llenos de asombro.
"¿Podemos aprender a volar como ustedes?" - preguntó Mateo.
"¡Por supuesto! Pero primero deben aprender algo muy importante. La amistad y la cooperación son las alas más poderosas que existen" - explicó Lila.
Los jóvenes amigos estaban dispuestos a aprender. Así que Lila los llevó por el prado y les enseñó a crear pequeños destellos de luz con sus manos, los cuales se unían formando figuras coloridas.
"Ahora usen lo que aprendieron para ayudar a los demás" - dijo Lila, mientras miraba hacia un grupo de personas hadas que intentaban mover una enorme piedra que bloqueaba el camino hacia el río.
Mateo y Sofía se acercaron, decididos a ayudar. Junto con los hadas, unieron sus manos y, con su destello de luz, empujaron la piedra. Fue un esfuerzo conjunto, y al final, lograron despejar el camino.
"¡Lo hicimos!" - exclamó Sofía, riendo mientras se acariciaban emocionados.
"Esto es maravilloso, somos un gran equipo" - añadió Mateo, sonriendo a sus nuevos amigos.
Mientras seguían con sus aventuras, Mateo y Sofía descubrieron que, aunque podían volar y brillar, lo más mágico eran los vínculos que habían creado con las personas hadas.
"Recuerden, todo se hace más fácil y divertido cuando se trabaja juntos" - dijo Lila con una sonrisa.
Luego de un día lleno de alegría, Mateo y Sofía empezaron a sentir que era hora de regresar a casa. Se despidieron de sus nuevos amigos.
"No se olviden de la puerta, siempre podrán volver" - agregó Lila.
Al cruzar la puerta y regresar a su pequeño pueblo, Mateo y Sofía se dieron cuenta de que, aunque no podían volar ni brillar de la misma manera que las hadas, llevaban consigo una lucha mayor: el poder de la amistad.
"Hoy aprendí que ayudar a los demás y trabajar juntos es lo más importante" - dijo Sofía, iluminada por la experiencia.
"Sí, y que cada uno de nosotros puede ser una luz en la vida de otro" - respondió Mateo, convencido!
Y así, regresaron con una nueva misión: ser amigos que siempre ayudan y apoyan a los demás, iluminando el camino en sus corazones, igual que las personas hadas del bosque.
Desde ese día, cada vez que abren las puertas de su hogar, saben que hay un lugar mágico al que siempre podrán regresar, el Bosque de la Amistad.
FIN.