El Bosque de la Amistad
Había una vez, en un colorido y mágico bosque llamado Amistad, un grupo de animales muy distintos entre sí. Estaba Lotito, el conejito veloz, Gato, la tortuga muy sabia, y Lila, la ardilla juguetona. Cada uno había sido creado con características únicas y a menudo se enfrentaban a situaciones complicadas por sus diferencias.
Un día, mientras jugaban cerca del río, escucharon un gran alboroto. Se acercaron y encontraron a un grupo de animales intentando organizar un picnic, pero estaban discutiendo entre sí.
"No quiero jugar a eso, quiero jugar a las escondidas", protestó un pequeño ave.
"¿Por qué siempre tenemos que hacer lo que tú dices? A mí me gusta el fútbol", respondió un zorro.
Lotito decidió intervenir. "Chicos, ¿por qué no trabajamos juntos y encontramos un juego que todos disfrutemos?"
Los demás animales lo miraron un poco confundidos, pero Gato, la tortuga, se acercó y dijo con su voz pausada: "Tiene razón, a veces es difícil encontrar algo que a todos les guste, pero podemos ser inclusivos y hacer algo divertido juntos."
Lila, la ardilla, saltó con alegría. "¡Eso suena genial! ¿Por qué no hacemos un juego donde dividimos los equipos y cada uno elige su parte del juego favorito? Así todos nos divertimos."
Los animales se miraron entre sí y empezaron a entusiasmarse. Se formaron dos equipos: los que querían jugar a las escondidas y los que querían jugar a fútbol. Decidieron hacer un gran recorrido, primero jugando a las escondidas y luego al fútbol. Todos estaban emocionados por la idea.
Pero cuando comenzaron a jugar, un pequeño ciervo se sintió un poco excluido porque no sabía cómo jugar a ninguno de los dos juegos. Lo vio Lila y se le acercó. "¿Te gustaría unirte a nosotros? Podés ayudarnos a contar cuando juguemos a las escondidas. Con tus grandes orejas podrías ser un contador perfecto."
El ciervo iluminó su rostro. "¡Claro! Nunca había pensado en eso. Eso suena divertido."
Así que el ciervo se unió al juego y pronto se volvió el mejor contador de todos. Los animales jugaron juntos durante horas, se rieron y disfrutaron del picnic que finalmente habían organizado. Al finalizar el día, todos estaban cansados pero muy felices.
"Gracias, Lotito, Gato y Lila. Ustedes hicieron que todos nos sintiéramos incluidos. Nunca había jugado así antes", dijo el ciervo con una sonrisa.
"¡Sí! Este fue el mejor picnic de la historia", gritó el zorro.
Y así, aprendieron que cada uno tenía un lugar valioso en el bosque de la Amistad. La diversidad de cada uno hacía que sus juegos fueran más divertidos. Desde ese día, siempre se aseguraron de incluir a todos y nunca dejar a nadie afuera. El bosque se llenó de risas y una gran amistad creció entre todos los animales.
Desde entonces, cada vez que tenían algún problema, siempre se acordaban del gran picnic y hablaban sobre la importancia de la inclusión. El Bosque de la Amistad se volvió un lugar donde cada uno brillaba con sus diferencias y todos jugaban juntos, sin importar lo que fueran o cómo se verían. Y así, vivieron felices y unidos en su mágico hogar.
FIN.