El Bosque de la Amistad



Santi y Rafa eran dos amigos inseparables que vivían en un pequeño pueblo rodeado de árboles frondosos y montañas imponentes. Les encantaba pasar las tardes jugando juntos al fútbol en el campo cerca de sus casas.

Un día, mientras pateaban la pelota con entusiasmo, esta rodó hacia un bosque oscuro que siempre les había dado un poco de miedo. "¿Y ahora qué hacemos, Santi? La pelota se fue para allá", dijo Rafa señalando hacia el bosque.

"No te preocupes, Rafa. Vamos juntos a buscarla", respondió valientemente Santi. Con paso decidido, los dos amigos entraron al bosque en busca de la pelota perdida.

A medida que avanzaban entre los árboles, el sol empezaba a esconderse detrás de las montañas y la oscuridad comenzaba a envolverlos. De repente, escucharon un ruido extraño y siniestro que los hizo detenerse en seco. "¿Qué fue eso, Santi? ¡Me dio escalofríos!", exclamó Rafa temblando de miedo. "Tranquilo, Rafa.

Debe ser solo tu imaginación jugándote una pasada", intentó calmarlo Santi aunque también sentía un nudo en el estómago. Decidieron seguir adelante con cautela hasta que finalmente encontraron la pelota atrapada entre unas ramas.

Pero cuando se disponían a regresar a casa, una sombra gigantesca apareció frente a ellos. Era un monstruo enorme con dientes afilados y ojos brillantes como brasas ardientes. "¡Ayuda! ¡Es un monstruo!", gritó Rafa asustado.

El monstruo los miró fijamente con curiosidad y lentamente extendió una garra hacia ellos. Para sorpresa de Santi y Rafa, el monstruo no parecía querer hacerles daño. "¿Quiénes son ustedes? ¿Por qué están aquí?", preguntó el monstruo con voz profunda pero amable.

Santi tomó coraje y le explicó cómo habían llegado hasta ahí buscando su pelota perdida. El monstruo sonrió mostrando sus colmillos puntiagudos y les contó que él también había sido niño alguna vez pero por su aspecto asustaba a todos los habitantes del pueblo.

Había vivido solo en ese bosque durante mucho tiempo sin poder hacer amigos por temor al rechazo debido a su apariencia. Los ojos de Santi se iluminaron al comprender la soledad del monstruo y le tendió amistosamente la mano.

"¿Quieres jugar al fútbol con nosotros? ¡Sería genial tener un nuevo amigo!", propuso emocionado. El monstruo dudó al principio pero luego aceptó feliz la invitación de los dos amigos.

Así pasaron horas divirtiéndose juntos jugando al fútbol bajo la luz de la luna en medio del bosque. El monstruo resultó ser muy hábil con la pelota a pesar de su tamaño imponente. Al finalizar el partido, intercambiaron risas y prometieron volver a jugar juntos cada semana.

Desde ese día, Santi, Rafa y el monstruo se convirtieron en grandes amigos inseparables. Aprendieron que no debemos dejarnos llevar por las apariencias superficiales sino mirar más allá para descubrir la verdadera bondad que hay en cada corazón.

Y así continuaron disfrutando aventuras juntos donde demostraban que la verdadera amistad puede vencer cualquier miedo o prejuicio existente en el mundo.

FIN.

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