El Bosque de la Amistad


Había una vez en un bosque encantado, donde vivían la Caperusita, una abuelita muy sabia y amorosa, y unos pajaritos que cantaban alegremente cada mañana.

La Caperusita era conocida por su valentía y bondad, siempre ayudando a quienes lo necesitaban. Un día, mientras la Caperusita recolectaba frutos del bosque, escuchó unos llantos provenientes de un arbusto cercano. Al acercarse, encontró a tres nenas llamadas Liz, María José y Natasha. Estaban perdidas y asustadas.

La Caperusita las reconfortó con palabras amables y les ofreció ayuda para regresar a sus hogares. "¿Cómo se llaman ustedes?" -preguntó la Caperusita con ternura. "Yo soy Liz", dijo la más pequeña. "Yo soy María José", agregó la segunda.

"Y yo soy Natasha", respondió la tercera con timidez. La Caperusita decidió llevarlas junto a su abuelita para que les diera refugio mientras buscaban el camino de regreso a sus casas.

En el trayecto, los pajaritos revoloteaban alrededor de ellas guiándolas con su canto melodioso. Al llegar a la acogedora cabaña de la abuelita, fueron recibidas con calidez y alegría. La abuelita preparó una merienda deliciosa con tortas y jugo de frutas para las niñas.

Mientras compartían el té, las nenas contaron cómo se habían extraviado en el bosque mientras jugaban juntas. La abuelita les habló sobre la importancia de estar atentos en todo momento y no alejarse demasiado sin avisar a un adulto.

Les enseñó que en caso de perderse, debían mantener la calma y buscar ayuda como hicieron ellas al encontrarla a ella.

Con el corazón lleno de gratitud, Liz, María José y Natasha aprendieron valiosas lecciones sobre amistad, solidaridad y responsabilidad durante su estadía en la cabaña de la abuelita y junto a la bondadosa Caperusita.

Finalmente, cuando llegaron los padres de las niñas preocupados por su desaparición, encontraron no solo a sus hijas sanas y salvas sino también fortalecidas por esta experiencia inolvidable en el bosque encantado.

Desde ese día en adelante, Liz, María José y Natasha recordarían siempre aquella aventura como un hermoso recuerdo que fortaleció su amistad e hizo crecer sus corazones llenos de gratitud hacia aquellos que les tendieron una mano amiga en momentos difíciles. Y así continuaron disfrutando juntas nuevas aventuras bajo el cuidado amoroso de sus familias.

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