El bosque de la amistad



Había una vez en un bosque frondoso y misterioso, un lobo llamado Rulo. Rulo era un lobo solitario que recorría el bosque en busca de comida y aventuras.

Un día, mientras caminaba entre los árboles, escuchó unos ruiditos suaves y curiosos. Intrigado, se acercó sigilosamente hacia ellos y descubrió a un pequeño duende de ojos brillantes que parecía estar perdido. El duende se llamaba Tito y estaba buscando su camino de regreso a casa.

Rulo observó al pequeño ser con curiosidad. No lo veía como una presa, sino como alguien que necesitaba ayuda.

Se acercó lentamente a Tito y le dijo: "¡Hola! Soy Rulo, ¿puedo ayudarte a encontrar tu camino?"Tito miró al lobo con sorpresa y algo de miedo, pero al ver la amabilidad en sus ojos, decidió confiar en él. "-Sí, por favor. Me he perdido y no sé cómo volver a mi hogar", respondió el duende con voz temblorosa.

Rulo sonrió amablemente y le ofreció llevarlo sobre su espalda para buscar juntos el camino de regreso.

Así comenzaron una gran aventura por el bosque, donde el lobo protegía al pequeño duende de cualquier peligro que pudiera aparecer en su camino. Durante su travesía, se encontraron con diversos desafíos: un río caudaloso que debían cruzar, un grupo de ardillas traviesas que les jugaban bromas pesadas e incluso una tormenta que los obligó a refugiarse bajo un árbol gigante.

Pero juntos superaron cada obstáculo con valentía y trabajo en equipo. Rulo demostraba ser mucho más que solo un depredador; era también un amigo leal y protector para Tito.

Finalmente, después de muchas peripecias, lograron llegar sano y salvo hasta la casa del duende. Tito saltó emocionado del lomo del lobo y abrazó a Rulo con cariño. "-¡Gracias por todo! Eres el mejor amigo que podría haber encontrado", exclamó lleno de gratitud.

Rulo sintió calidez en su corazón al escuchar esas palabras sinceras del pequeño duende. Descubrió que la verdadera amistad no entiende de diferencias ni prejuicios; simplemente une corazones dispuestos a compartir momentos inolvidables juntos.

Desde ese día, Rulo y Tito se convirtieron en inseparables compañeros de aventuras. El bosque resonaba ahora con risas contagiosas mientras exploraban cada rincón juntos, aprendiendo uno del otro y creciendo como amigos entrañables.

Y así demostraron al mundo entero que la amistad verdadera puede nacer en los lugares más insospechados; solo hace falta abrir nuestro corazón para descubrir la magia que hay dentro de cada ser viviente.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!