El Bosque de la Amistad


Había una vez un hermoso bosque encantado donde vivían muchos animales mágicos. Entre ellos se encontraban Jazmín, una tierna osita de pelaje blanco y suave, y Luciérnaga, una pequeña luz brillante que iluminaba las noches con su brillo cálido.

Jazmín siempre estaba muy sola porque los demás animales temían acercarse a ella por su tamaño imponente. Un día, mientras caminaba triste por el bosque, escuchó un ruido extraño proveniente de un árbol cercano.

Al acercarse, descubrió a un búho atrapado enredado en unas ramas. - ¡Ayuda! -gritó el búho angustiado-. No puedo liberarme. Sin pensarlo dos veces, Jazmín utilizó sus fuertes patas para romper las ramas y liberar al búho.

Este le dio las gracias con alegría. - ¡Muchísimas gracias! Mi nombre es Noche y soy el guardián del bosque. ¿Cómo te llamas? - Soy Jazmín -respondió la osita tímidamente-. Siempre me siento tan sola aquí...

Noche miró a Jazmín con ternura y le dijo:- No debes sentirte así, querida amiga. En este bosque todos somos diferentes pero eso no significa que debamos estar solos. Permíteme presentarte a mis amigos: Oso y Búho.

En ese momento aparecieron Oso, un gigante amigable de pelaje marrón oscuro; y Búho, sabio y curioso con sus grandes ojos redondos. - Hola, Jazmín -dijo Oso con una sonrisa-. No tienes por qué estar sola. Nosotros también nos sentíamos así hasta que nos encontramos.

Jazmín se emocionó al ver a otros animales como ella y rápidamente se hizo amiga de ellos. Juntos, decidieron formar un grupo donde cada uno pudiera ayudarse mutuamente.

Un día, mientras exploraban el bosque en busca de aventuras, se encontraron con un niño perdido llamado Martín. Estaba muy asustado y no sabía cómo regresar a su casa. - ¿Necesitas ayuda? -preguntó Búho con gentileza. Martín asintió con la cabeza y les contó su historia.

Los animales comprendieron que debían ayudarlo y juntos idearon un plan para llevarlo de vuelta a casa sano y salvo.

Noche guió el camino iluminando la oscuridad de la noche, Oso cargó al niño sobre sus hombros para protegerlo del peligro, mientras Jazmín y Luciérnaga lo acompañaban en cada paso del camino. Después de mucho caminar, finalmente llegaron a la casa de Martín. Su mamá lo recibió con alegría y gratitud infinita por haber encontrado a su pequeño hijo perdido.

- ¡Muchas gracias! -dijo Martín abrazando a los animales-. Sin ustedes no habría podido encontrar el camino hacia mi hogar.

Los animales sonrieron felices por haber ayudado a Martín y haberle demostrado que siempre hay alguien dispuesto a brindar apoyo cuando más lo necesitamos. Desde ese día, Jazmín, Oso, Búho y Luciérnaga se convirtieron en los mejores amigos de Martín. Juntos vivieron muchas aventuras y aprendieron la importancia de la amistad y el valor de ayudar a los demás.

Y así, en ese bosque encantado, donde todos eran diferentes pero igualmente valiosos, reinó la felicidad y la solidaridad entre sus habitantes. Por siempre recordaron que un abrazo puede cambiarlo todo cuando nos sentimos solos.

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