El Bosque de la Amistad



En un hermoso bosque vivían tres amigos muy especiales: Luna la lechuza, Max el zorro y Pipo el conejo. Luna, con sus grandes ojos y su suave plumaje, vivía en un hueco del árbol más grande del bosque.

Max, ágil y astuto, construyó su madriguera en la base de una vieja encina. Por último, Pipo, con sus largas orejas y su pelaje suave, habitaba en una madriguera al borde del arroyo. "¡Hola amigos!", dijo Luna con entusiasmo.

"¡Hola Luna! ¿Sabes qué sonido hace el murmullo del arroyo?", preguntó Max. "¡Claro que sí! Ese sonido es como un chasquido suave que nos tranquiliza", respondió Luna. "Y ¿qué sonido hacen las hojas cuando el viento las acaricia?", preguntó Pipo.

"Ese sonido es como un susurro suave y relajante", contestó Max. "¡Vaya! ¿Y qué sonido hace el aullido de los lobos por la noche?", preguntó Pipo. "Ese sonido es aterrador, pero a la vez fascinante.

Es como un lamento que nos recuerda que debemos cuidarnos unos a otros", explicó Luna con seriedad. Un día, el bosque se llenó de risas y alegría, pero también de discusiones.

Luna tenía una hermosa pluma que brillaba con la luz de la luna, Max tenía un tesoro de frutas del bosque y Pipo guardaba una colección de piedras brillantes. Los tres amigos querían tener lo de los demás, pero ninguno quería compartir lo suyo. "¡No es justo! Quiero tus frutas, Max", dijo Pipo.

"Y yo quiero tus piedras brillantes, Pipo", agregó Luna. "¡Pero yo también quiero esa pluma tan hermosa, Luna!", declaró Max. De repente, el bosque se llenó de tristeza.

Los amigos se dieron cuenta de que no estaban siendo buenos amigos, que la amistad es más importante que cualquier objeto. "Debemos aprender a compartir lo que tenemos", propuso Pipo con sinceridad. "Tienes razón, Pipo. La amistad es regalar pedacitos de nuestro corazón a los demás", dijo Luna con su sabiduría.

"Entonces, ¿compartimos lo que tenemos?", preguntó Max con una sonrisa. "¡Por supuesto! Compartir nos hace más felices y fortalece nuestra amistad", exclamaron los tres amigos al unísono.

Desde ese día, Luna, Max y Pipo aprendieron a compartir sus tesoros y a disfrutar juntos de maravillosas aventuras. Descubrieron que los sonidos del bosque eran más hermosos cuando se compartían, que el murmullo del arroyo, el susurro de las hojas y los aullidos de los lobos se convertían en la melodía de la amistad.

Y así, en el Bosque de la Amistad, Luna, Max y Pipo vivieron felices y compartieron siempre lo mejor de ellos mismos, disfrutando de la magia de la amistad.

FIN.

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