El bosque de la bondad


Había una vez una niña llamada Celeste, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de un hermoso bosque. A Celeste le encantaba explorar y descubrir nuevos lugares en la naturaleza.

Un día, mientras caminaba por el bosque, vio a lo lejos a una anciana sentada en medio de los árboles. La curiosidad de Celeste la llevó hacia la anciana.

Se acercó lentamente y le preguntó con amabilidad: "Disculpe señora, ¿necesita ayuda?"La anciana levantó su cabeza arrugada y sonrió dulcemente. "Oh, querida niña, estoy esperando aquí porque he perdido mi camino. Me gustaría regresar a mi casa". Celeste sintió compasión por la anciana y decidió ayudarla.

"No se preocupe señora," dijo ella con determinación, "yo puedo llevarla de vuelta a su hogar". Ambas comenzaron a caminar juntas por el bosque. Mientras avanzaban, Celeste notó que había algo especial en esa anciana. Tenía una sabiduría incomparable y sus ojos brillaban como estrellas.

Después de un rato de caminar, llegaron a un claro donde había un río cristalino. La anciana parecía cansada y se sentó junto al agua para descansar.

Celeste se sentó junto a ella y sacó su merienda del bolso que traía consigo: unas deliciosas galletitas caseras. "¿Le gustaría probar mis galletitas?" ofreció Celeste mientras extendía su mano hacia la anciana. La mujer aceptó con gratitud y tomó una galletita.

Pero, en lugar de comerla, la anciana la lanzó al río. Celeste quedó desconcertada y preguntó: "¿Por qué hizo eso señora?"La anciana sonrió misteriosamente y respondió: "Querida Celeste, esa galletita era para los peces del río.

Siempre es importante compartir con todos los seres vivos que nos rodean". Celeste se sintió inspirada por las palabras de la anciana y decidió aprender más de ella.

Continuaron su camino a través del bosque mientras la anciana le enseñaba sobre el respeto por la naturaleza y cómo cuidar el medio ambiente. De repente, un pequeño conejo se cruzó en su camino. El conejito parecía asustado y se escondió detrás de un arbusto. "¡Oh no! Parece que el conejito está asustado", exclamó Celeste preocupada.

La anciana sonrió nuevamente y dijo: "No te preocupes, Celeste. A veces solo necesitamos mostrar compasión para ayudar a otros". Se agachó lentamente y extendió su mano hacia el conejito.

El conejito confiado salió de su escondite y permitió que la anciana lo acariciara. Celeste estaba maravillada por el poder tranquilizador que tenía esa mujer en los animales. Finalmente, llegaron a una pequeña cabaña rodeada de flores silvestres. La anciana miró a Celeste con gratitud.

"Gracias querida niña por haberme traído a casa," dijo ella emocionada. "Has demostrado tener un corazón amable y generoso". Celeste sonrió y respondió: "Ha sido un honor ayudarla, señora. He aprendido mucho hoy gracias a usted".

La anciana asintió con cariño y agregó: "Siempre recuerda que cada acto de bondad puede marcar la diferencia en el mundo. Nunca subestimes el poder que tienes para hacer el bien". Celeste se despidió de la anciana y regresó a su hogar llena de inspiración.

A partir de ese día, se convirtió en una defensora del medio ambiente y siempre compartía su amor y compasión con todos los seres vivos.

Y así, Celeste aprendió que incluso las pequeñas acciones pueden tener un impacto significativo en el mundo y que nunca es demasiado joven para marcar la diferencia.

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