El bosque de la cortesía
Había una vez un hermoso bosque llamado El Bosque de la Cortesía, donde todos los animales vivían en armonía. En este bosque, cada día, todos los animales se esforzaban por ser amables y respetuosos entre sí. Un buen ejemplo era Don Zorro, que siempre saludaba a todos al pasar.
"¡Hola, queridos amigos!" - decía el Zorro moviendo su cola con entusiasmo.
Un día, llegó al bosque un nuevo habitante, un pequeño Erizo llamado Enrique. Era tímido y no estaba acostumbrado a la amabilidad de los demás.
Cuando llegó, todos los animales lo recibieron con una gran fiesta. Era un evento magnífico, lleno de música y bailes.
"¡Hola, Enrique! ¡Bienvenido!" - exclamó Doña Coneja, ofreciendo un trozo de pastel.
"Gracias, pero no creo poder quedarme" - respondió el erizo con su voz suave, sintiéndose un poco incómodo.
Enrique se sentó en un rincón, observando a los demás bailar y reír.
Don Zorro, notando que Enrique parecía un poco triste, se acercó a él.
"¿Por qué no vienes a bailar con nosotros?" - le preguntó.
"No sé cómo bailar, y además soy muy espinoso" - contestó Enrique.
"No te preocupes por eso. Aquí en el bosque todos somos diferentes. Lo importante es disfrutar la compañía de los demás. ¿Qué tal si te enseño algunos pasos?" - le dijo Don Zorro, sonriendo.
Enrique dudó un momento, pero la amabilidad de Don Zorro lo animó a intentarlo. A medida que comenzaba a moverse, algunos animales se unieron y comenzaron a burlarse un poco de su manera de bailar.
"¡Miren al erizo! ¡Baila como si tuviera un catre debajo de él!" - se rió un Gato.
Enrique se sintió molesto y a punto de irse, pero entonces recordó las palabras de Don Zorro sobre la importancia de la cortesía. Así que, en lugar de enojarse, se acercó al Gato y le dijo:
"Agradezco que te diviertas, pero cada uno tiene su propio estilo. Quizás podrías mostrarme a mí el tuyo y así podríamos bailar juntos."
El Gato, sorprendido por la respuesta tan amable de Enrique, se sintió avergonzado y empezó a reírse de una manera más amistosa.
"Tienes razón, Enrique. ¡Vamos a bailar juntos!" - dijo el Gato, uniendo su pata con la de Enrique.
Poco a poco, todos los animales comenzaron a unirse al baile. La diversión se extendió por todo el bosque.
Esa noche, después de la fiesta, Enrique se sintió distinto.
"Gracias por ser tan amable, Don Zorro", le dijo. "Nunca pensé que podría disfrutar tanto bailando aquí con todos ustedes".
"La cortesía es la clave para que todos se sientan cómodos y en casa, Enrique" - respondió el Zorro.
A partir de ese día, Enrique no solo se quedó en el bosque, sino que se convirtió en un embajador de la cortesía. Todos los días, no solo bailaba con sus nuevos amigos, sino que también recordaba a los demás lo importante que era tratarse con respeto y amistad.
Con el tiempo, el Bosque de la Cortesía se hizo aún más famoso por el gran sentido de comunidad que tenía. Los animales aprendieron que la consideración y el respeto crean lazos más fuertes, y que la amabilidad siempre vuelve a ti de alguna manera.
Y así, Enrique, Don Zorro, Doña Coneja, y todos los otros animales vivieron felices recordando cada día que la cortesía era la llave que abría las puertas de la amistad y la felicidad.
Desde aquel día, siempre que alguien llegaba nuevo al bosque, era recibido con calidez y amor, y la frase más dicha era: "¡Bienvenido, amigo! Aquí en el Bosque de la Cortesía, todos somos parte de una gran familia!"
FIN.