El bosque de la esperanza
Había una vez una niña llamada Sofía, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de hermosos bosques. Un día, mientras jugaba cerca del bosque, se adentró demasiado y se perdió.
Sofía caminaba y caminaba sin saber cómo regresar a su casa. Estaba asustada y comenzó a llorar. De repente, escuchó un ruido extraño proveniente de los arbustos. Se acercó con cautela y descubrió a un conejito blanco mirándola fijamente.
"¡Hola! ¿Puedes ayudarme a encontrar mi camino de regreso a casa? Me he perdido", dijo Sofía entre sollozos. El conejito asintió con la cabeza y señaló hacia el este.
Sin embargo, antes de irse, le entregó algo especial: una pequeña brújula mágica que siempre apuntaría hacia su hogar. Con la brújula en mano, Sofía siguió el camino que indicaba hacia el este. Pasaron horas y ella continuaba caminando sin llegar a ningún lado. Estaba agotada pero no quería rendirse.
De repente, escuchó risas provenientes del otro lado de los árboles. Siguiendo las risas, encontró a dos ardillas jugando en lo alto de un roble gigante. "¡Hola! ¿Podrían ayudarme? Me he perdido en el bosque", preguntó Sofía con esperanza en sus ojos.
Las ardillas se miraron entre sí y luego sonrieron amigablemente. "Claro que podemos ayudarte", dijo una de ellas. "Si nos ayudas a recolectar nueces para pasar el invierno, te mostraremos el camino a casa".
Sofía aceptó la propuesta y juntos comenzaron a recolectar nueces. Pasaron horas divirtiéndose mientras trabajaban en equipo. Cuando terminaron, las ardillas cumplieron su promesa y le señalaron el camino correcto. Sofía les dio las gracias con un abrazo y continuó su viaje.
Después de un tiempo caminando, llegó a un río ancho y profundo. No sabía cómo cruzarlo sin ayuda. En ese momento, vio una rana saltando de piedra en piedra.
"¡Hola! ¿Podrías ayudarme a cruzar este río? Estoy perdida", le pidió Sofía con esperanza en sus ojos. La rana asintió con la cabeza y saltó hacia ella. La niña subió sobre su espalda y juntos cruzaron el río sin problemas.
Al llegar al otro lado, la rana le deseó buena suerte y le recordó que nunca debía perder la esperanza. Sofía siguió caminando hasta que finalmente pudo ver los techos de las casas del pueblo desde lo alto de una colina.
¡Había encontrado su camino de regreso a casa! Corrió emocionada hacia allí y fue recibida por sus padres con lágrimas de alegría. "¡Sofía! ¡Estábamos tan preocupados! ¿Dónde estuviste?"Entre sollozos, Sofía les contó todas las aventuras que había vivido en el bosque perdida.
Les habló del conejito mágico, las ardillas amigables y la valiente rana que la ayudaron a encontrar su camino de regreso. Desde ese día, Sofía aprendió una valiosa lección: nunca perder la esperanza y siempre pedir ayuda cuando lo necesitara.
Y cada vez que veía un bosque, recordaba con cariño las amistades especiales que hizo en aquel lugar mágico.
FIN.