El bosque de la magia compartida


Había una vez tres hermanos, Juan de 6 años, Martina de 14 y Lucas de 16, que vivían en una pequeña casa al borde del bosque.

Un día soleado decidieron adentrarse juntos en el espeso bosque que siempre los había intrigado. - ¡Vamos a explorar el bosque! - exclamó Lucas entusiasmado. - ¡Sí! Será como una gran aventura - agregó Martina sonriendo. - ¿Y si nos perdemos? - preguntó Juan con un brillo de preocupación en sus ojos.

Los tres hermanos se tomaron de las manos y comenzaron su recorrido por el misterioso bosque. Pronto se encontraron con un río cristalino que les impedía seguir adelante. - ¿Cómo cruzaremos el río? - preguntó Martina pensativa.

- Yo puedo construir un puente con estas ramas y piedras - propuso Lucas, poniéndose manos a la obra. Después de un arduo trabajo en equipo, lograron construir un sólido puente improvisado que les permitió cruzar al otro lado del río.

Continuaron caminando hasta que se toparon con un sendero lleno de arbustos espinosos. - ¡Ayúdenme a apartar estos arbustos para poder pasar! - pidió Martina. - No te preocupes, yo tengo unas tijeras en mi mochila.

Podremos cortarlos fácilmente - dijo Juan sacando las tijeras. Con paciencia y cuidado lograron despejar el camino y siguieron avanzando entre risas y juegos. De repente, escucharon un fuerte rugido proveniente del fondo del bosque.

Se miraron asustados pero decidieron investigar qué era ese extraño sonido. Al acercarse al origen del rugido descubrieron a un cachorro de oso atrapado entre unas ramas caídas. - Pobrecito, está atrapado. Debemos ayudarlo - dijo Juan con tristeza.

- Pero debemos tener cuidado, su mamá podría estar cerca - advirtió Lucas mientras liberaban al cachorro con precaución. Una vez liberado, el cachorro corrió hacia lo profundo del bosque sin mirar atrás.

Los tres hermanos sintieron una sensación cálida en sus corazones por haber hecho algo bueno por otro ser vivo. Decidieron emprender el regreso a casa antes de que cayera la noche.

En su camino de vuelta recordaron cada obstáculo superado juntos y cómo trabajando en equipo pudieron resolver cualquier problema que se les presentara. Al llegar a casa, los tres hermanos se abrazaron felices por la increíble aventura vivida y prometieron seguir explorando juntos nuevos lugares y ayudando a quienes lo necesitaran.

Desde ese día, Juan, Martina y Lucas aprendieron que la verdadera magia no estaba solo en la aventura misma, sino en compartir momentos inolvidables junto a quienes más querían. Y así continuaron creciendo juntos como los mejores amigos que eran.

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