El Bosque de la Paz


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, una niña llamada Angelica. Angelica era muy inteligente y creativa, pero desafortunadamente, en la escuela la molestaban constantemente por ser diferente.

Sus compañeros de clase le hacían bromas pesadas y la excluían de juegos y actividades. Un día, después de sufrir una burla especialmente cruel, Angelica explotó de ira y lastimó a uno de sus compañeros.

Al darse cuenta de lo que había hecho, se sintió terriblemente mal y arrepentida. Sabía que no podía resolver las cosas con violencia, así que decidió buscar una solución pacífica para reparar el daño causado. Esa misma noche, mientras dormía, un hada madrina se le apareció en sueños a Angelica.

El hada le dijo que para encontrar la paz interior y el perdón debía emprender un viaje al Bosque Encantado y superar tres pruebas. Al despertar, Angelica se preparó para su aventura.

Cruzó un puente mágico que la llevó al Bosque Encantado, donde los árboles susurraban palabras de aliento y los animales la guiaban en su camino. La primera prueba consistía en atravesar un río caudaloso sin ayuda.

Con valentía, Angelica construyó un bote con ramas y hojas secas y remó con fuerza hasta llegar al otro lado. En la segunda prueba, tuvo que enfrentarse a sus miedos más profundos representados por sombras oscuras que intentaban confundirla.

Con determinación y recordando todo lo bueno que había dentro de ella, logró disipar las sombras con luz propia. Finalmente, llegó a la tercera prueba: pedir perdón a aquel compañero herido por su acto impulsivo.

Con el corazón en la mano, se acercó a él y le pidió sinceras disculpas. Para sorpresa de Angelica, su compañero aceptó las disculpas con amabilidad y juntos entablaron una conversación honesta sobre cómo resolver sus diferencias sin recurrir a la violencia.

Al completar las tres pruebas con éxito, el hada madrina volvió a aparecer frente a Angelica para felicitarla por su valentía y determinación. Le otorgó una varita mágica como símbolo de su transformación interior y le recordó que siempre tenía el poder de elegir cómo reaccionar ante las dificultades.

De regreso en Villa Esperanza, Angelica aplicó las enseñanzas del Bosque Encantado en su vida diaria. Aprendió a controlar su ira mediante técnicas de respiración profunda e imaginaba el bosque cada vez que sentía frustración o tristeza.

Con el tiempo, Angelica se convirtió en ejemplo para todos en la escuela al demostrar que el perdón es más poderoso que cualquier acto impulsivo o violento.

Se convirtió en mediadora entre sus compañeros e inspiraba a otros a buscar soluciones pacíficas ante los conflictos. Y así fue como Angelica encontró la verdadera magia del perdón en medio del Bosque Encantado: transformando su dolor en aprendizaje y crecimiento personal.

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