El bosque de la sabiduría


En un pequeño pueblo rodeado de campos verdes y montañas, vivía la familia Rodríguez.

El padre, Juan, era agricultor y se encargaba de cultivar las tierras mientras que la madre, Marta, cuidaba del hogar y de sus dos hijos: Sofía y Pedro. Un día como cualquier otro, mientras desayunaban en la mesa de madera bajo el sol brillante del campo, Juan les dijo a sus hijos:- Hoy vamos a hacer algo diferente.

Vamos a explorar el bosque cercano al río. Los ojos de Sofía brillaron emocionados ante la idea mientras que Pedro parecía un poco más escéptico. - ¿Qué hay en el bosque? - preguntó Pedro con una mueca en su rostro.

- Hay muchas cosas interesantes para descubrir - respondió Juan con una sonrisa-. Plantas diferentes a las que tenemos aquí en casa, animales salvajes e incluso podemos encontrar algún tesoro escondido.

Así fue como los cuatro miembros de la familia se pusieron en marcha hacia el bosque. Mientras caminaban por senderos estrechos entre árboles altos y frondosos, Sofía recogía flores silvestres para llevarlas a casa más tarde mientras que Pedro se aferraba a la mano de su padre con fuerza.

De repente, oyeron un ruido extraño detrás de ellos. Se dieron vuelta para mirar pero no vieron nada más que ramas moviéndose al viento. Sin embargo, cuando intentaron seguir adelante se dieron cuenta de que estaban perdidos.

- ¿Y ahora qué hacemos? - preguntó Pedro asustado. - No te preocupes hijo - dijo Juan con calma-. Vamos a buscar una señal o un camino que nos lleve de vuelta a casa.

Después de caminar durante horas, la familia Rodríguez se encontró con una pequeña cabaña en el medio del bosque. La puerta estaba cerrada pero podían ver a través de las ventanas que había alguien adentro. - Hola, ¿hay alguien ahí? - llamó Juan golpeando suavemente la puerta.

La puerta se abrió y apareció un anciano arrugado y amable. Les invitó a entrar y les ofreció té caliente mientras les contaba historias sobre sus aventuras por el mundo.

Al final del día, la familia Rodríguez agradeció al anciano su hospitalidad y siguió caminando hasta encontrar el camino de regreso a casa.

Pero lo que más recordarían sería la lección aprendida: nunca subestimes lo que puedes encontrar en lugares desconocidos y siempre hay personas buenas dispuestas a ayudar en momentos difíciles.

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