El Bosque de la Solidaridad


Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de bosques frondosos, dos amigos llamados Juan e Isabel. Les encantaba explorar juntos la naturaleza y descubrir nuevos rincones llenos de magia y misterio.

Una soleada mañana de primavera, decidieron aventurarse más allá de lo habitual y adentrarse en el bosque que tanto les fascinaba. Empacaron algunas galletas, agua y se pusieron sus botas para comenzar la travesía.

- ¡Qué emocionante es esto! - exclamó Juan mientras caminaban entre árboles altísimos y pájaros cantando alegremente. - Sí, es como estar en un cuento de hadas - respondió Isabel con una sonrisa radiante.

Pero a medida que avanzaban, los senderos se volvían cada vez más intrincados y las sombras del bosque parecían cerrarse sobre ellos. Sin darse cuenta, tomaron un desvío equivocado y pronto se encontraron completamente perdidos. - ¿Crees que estamos perdidos? - preguntó Juan con voz temblorosa.

- No te preocupes, seguro encontraremos el camino de regreso - intentó tranquilizarlo Isabel, aunque en su interior también sentía cierto nerviosismo. Decidieron seguir caminando en busca de alguna señal familiar que los guiara de vuelta al pueblo. Pero cuanto más avanzaban, más confundidos se sentían.

El sol comenzaba a ponerse en el horizonte y el bosque se sumía en una penumbra inquietante. De repente, escucharon un ruido extraño entre los arbustos cercanos. Ambos se miraron con gesto asustado pero decidieron acercarse para investigar.

Para su sorpresa, encontraron a un zorro herido atrapado entre las ramas. - ¡Pobrecito! Debemos ayudarlo - exclamó Juan con determinación. Con cuidado lograron liberar al zorro y curar sus heridas utilizando parte del agua que llevaban consigo.

El animal los miró agradecido antes de alejarse trotando por el bosque oscurecido por la noche que caía lentamente sobre ellos. - Creo que hicimos algo bueno hoy - dijo Isabel con orgullo reflejado en sus ojos brillantes.

De repente, recordaron las galletas que habían traído consigo y las colocaron sobre un tronco caído para compartir un merecido descanso después de la intensa jornada vivida hasta entonces.

Mientras compartían las galletas bajo la luz titilante de una linterna improvisada con sus teléfonos móviles, escucharon voces familiares provenientes no muy lejos de donde estaban. - ¡Juan! ¡Isabel! - gritaba la madre del chico desde lejos mientras corría hacia ellos seguida por varios vecinos del pueblo preocupados por su desaparición temporal.

Los dos amigos corrieron hacia sus seres queridos visiblemente aliviados por haber sido finalmente encontrados sanos y salvos después de su aventura extraviada en el bosque mágico.

Les contaron todo lo ocurrido durante su travesía mientras eran abrazados con cariño por todos los presentes. Desde ese día, Juan e Isabel aprendieron la importancia de prestar atención a su entorno cuando exploran lugares desconocidos y siempre llevar consigo lo necesario para enfrentar cualquier imprevisto que pudiera surgir en el camino.

Juntos comprendieron que incluso cuando nos perdemos podemos encontrar formas inesperadas de ayudar a otros seres vivientes necesitados.

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