El Bosque de las Almas Perdidas
En un pequeño pueblo rodeado de un inmenso y misterioso bosque, vivían cuatro amigos: Tomás, Valentina, Lucas y Sofía. A pesar de ser un lugar pintoresco, el pueblo había comenzado a sentir una extraña tristeza y desánimo que provenía de lo profundo del bosque. Nadie sabía por qué, pero era como si las risas se ahogaran en la tristeza de algo que vivía entre los árboles.
Una tarde, mientras jugaban cerca del límite del bosque, Sofía propuso:
"¿Y si nos aventuramos a descubrir qué hay dentro de ese bosque? Quizás podamos ayudar a solucionar el problema de este lugar."
Tomás se mostró dudoso:
"Pero dicen que en el bosque hay almas perdidas, y que no son amigables. No sé si es buena idea."
Valentina, siempre entusiasta, asintió:
"¡Claro! Debemos ser valientes. Si hay alguien que necesita ayuda, no podemos quedarnos aquí."
Al final, con un poco más de valentía que miedo, los cuatro amigos decidieron adentrarse en el bosque. A medida que cruzaban el umbral de los árboles, la luz del sol se desvanecía, y el aire se sentía más pesado.
Mientras caminaban, se encontraron con un hermoso ciervo que parecía triste. Sofía se acercó despacio y le preguntó:
"Hola, amigo, ¿por qué estás tan triste?"
El ciervo respondió con un susurro suave:
"Las almas perdidas aquí han olvidado cómo ser felices. Están atrapadas en su tristeza, sin la fuerza para salir adelante."
Tomás se sintió comprometido:
"¿Qué podemos hacer para ayudar?"
El ciervo los guió hasta un claro donde se podía escuchar un lamento melancólico. Allí encontraron a un grupo de criaturas mágicas, atrapadas en sillas de madera, incapaces de moverse. Eran los guardianes del bosque, ahora llenos de tristeza.
Valentina, con determinación, se acercó y preguntó:
"¿Qué les ha pasado? ¿Por qué están aquí?"
Una de las criaturas respondió:
"Nos han olvidado. La alegría de los niños y las risas del pueblo se han desvanecido, y con ello, nuestra magia. Sin alegría, no podemos salir de este ciclo de tristeza."
Lucas, que siempre había sido un gran contador de historias, tuvo una idea brillante:
"¡Y si les contamos historias alegres! Si revivimos la alegría, tal vez ellos también recuperen su magia."
Los amigos se sentaron en círculo y comenzaron a contar historias divertidas y aventuras inolvidables. Hablaron de dragones amistosos, de risas en los prados y de sorpresas mágicas. A medida que las historias fluían, la atmósfera del bosque comenzaba a cambiar. La tristeza se disipaba poco a poco, y las criaturas comenzaron a sonreír.
En medio de una emocionante historia, algo extraordinario sucedió: un rayo de luz brilló en el claro, y una de las criaturas comenzó a levantarse de su trono de tristeza.
"¡La alegría vuelve! ¡La alegría vuelve!" gritó con entusiasmo.
Antes de que se dieran cuenta, los guardianes del bosque comenzaron a liberarse, y su magia renació. El bosque se llenó de colores vibrantes, y las risas resonaron entre los árboles.
Finalmente, el ciervo se acercó a los amigos y les dijo:
"Gracias, valientes. Han liberado a las almas atormentadas con su amor y alegría. Nunca olviden que, aunque a veces parezcan oscuras, la felicidad siempre puede hallar su camino de regreso."
Los amigos sonrieron, sintiendo la satisfacción de haber ayudado. Regresaron al pueblo, donde la luz y la alegría habían vuelto a prevalecer. Desde ese día, la tristeza se convirtió en risa y esperanza, y los guardianes del bosque prometieron siempre cuidar de la alegría de los niños del lugar.
Y así, Tomás, Valentina, Lucas y Sofía aprendieron que todos, incluso los más perdidos, pueden encontrar la felicidad si tenemos el valor de compartir nuestra luz con los demás.
Fin.
FIN.