El Bosque de Las Banderas
En un bosque encantado llamado el Bosque de Las Banderas, cada árbol tenía una bandera de un color diferente, y cada bandera representaba un talento especial. Allí habitaban unos animales muy curiosos que siempre estaban dispuestos a ayudar a otros a descubrir sus propios dones.
Un día, un pequeño erizo llamado Piquito caminaba por el bosque con una gran tristeza.
"¿Por qué estás tan triste, Piquito?" - le preguntó una mariposa de colores brillantes que pasaba volando.
"Porque no sé cuál es mi talento. Mirá a mi alrededor, todos tienen algo especial. El conejo sabe correr muy rápido, la tortuga pode cantar como los pájaros y hasta el búho tiene una memoria espectacular. Pero yo no sé hacer nada de eso" - respondió Piquito, sollozando.
La mariposa le sonrió y le dijo:
"No te preocupes, Piquito. A veces, el talento no aparece de inmediato, hay que buscarlo.¿Por qué no le preguntas a los demás?"
Decidido a encontrar su talento, Piquito comenzó a visitar a sus amigos. Primero, se encontró con el conejo, quien le enseñó a correr.
"¡Esto es divertido!" - exclamó Piquito, mientras saltaba y tropezaba.
Pero aunque se esforzaba, no lograba correr tan rápido como el conejo. Después, se acercó a la tortuga a ver si podía aprender a cantar.
"Cantar es más que solo hacer ruido, Piquito. Tiene que salir de tu corazón" - dijo la tortuga suavemente.
Piquito trató, pero su voz era más un chillido que una melodía. Finalmente, decidió visitarlo todo para recabar ideas. Al llegar donde el búho, Piquito le preguntó:
"Búho, ¿qué crees que debo hacer para encontrar mi talento?"
El búho, tras un momento de reflexión, le respondió:
"El talento no siempre es algo que veo en otros, a veces está dentro de nosotros. Debes mirarte y descubrir lo que amas hacer."
Piquito se sintió un poco mejor, pero aún estaba confundido. Justo en ese momento, un fuerte viento sopló en el bosque y empezó a desatar algunas banderas. Las banderas cayeron al suelo, y Piquito observó maravillado todos esos colores que vibraban a su alrededor.
Sin pensarlo, comenzó a recoger las banderas y atarlas con una larga hoja de hierba, creando una hermosa corona llena de colores. Al terminar, se miró en un pequeño charco y exclamó:
"¡Mirá! ¡Esto es precioso!"
Los demás animales se acercaron al ver la belleza de su creación.
"Piquito, esto es increíble!" - gritó el conejo.
"Nunca había visto nada tan hermoso!" - agregó la tortuga.
"¡Sos un artista!" - declaró la mariposa, llena de alegría.
Piquito, emocionado, sintió que había encontrado su talento.
"No sabía que podía crear algo así!" - exclamó con alegría.
Los animales empezaron a pedirle coronas de banderas en diferentes combinaciones de colores. Y a medida que Piquito hacía más y más coronas, se dio cuenta de que no solo hacía algo hermoso, también estaba compartiendo su felicidad con todos.
Con cada corona que creaba, se sentía más confiado y alegre.
"No era que no tuviera talento, sino que solo tenía que encontrar lo que realmente amaba hacer" - reflexionó Piquito.
Así, el pequeño erizo se transformó en un gran artista del Bosque de Las Banderas, y se dedicó a inspirar a otros a que también buscaran y encontraran su propia esencia. Y a veces, al lado de un árbol, cuando las banderas brillaban bajo el sol, se podía escuchar el canto feliz de un erizo que había encontrado su lugar en el mundo.
Desde entonces, Piquito supo que ser diferente era su verdadera fuerza, y que todos los talentos eran hermosos a su manera. El bosque se llenó de colores, risas y sobre todo, de luces que brillaban en la diversidad. Así, el Bosque de Las Banderas siguió siendo un lugar mágico donde todos podían descubrir grandiosos talentos.
Y Piquito enseñó a todos que la búsqueda no siempre es fácil, pero cuando encuentras lo que amas, ¡es una alegría inmensa compartirlo!
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.