El Bosque de las Cuidadoras



En un hermoso bosque lleno de árboles altos y flores de mil colores, vivía una mamá oso llamada Lía y sus tres adorables ositos: Tato, Lía y Chispa. Lía era una madre cariñosa que siempre estaba atenta a las necesidades de sus pequeños. Ella los abrazaba, les contaba cuentos antes de dormir y les enseñaba a buscar frutas en el bosque.

Un día, mientras los ositos jugaban en el arroyo, Lía decidió que era un buen momento para hacer una caminata sola por el bosque. "Hoy necesito un poco de paz y tranquilidad", se dijo. Así que se alejó un poquito, disfrutando de la belleza del entorno. Pero a medida que pasaba el tiempo, empezó a sentir que su energía se desvanecía.

Cuando volvió a casa, los ositos la recibieron con un gran abrazo. "Mamá, ¡te extrañamos!" dijo Tato, moviendo su cola con entusiasmo.

Mientras los ositos jugaban a atrapar mariposas, Lía se sentó en su lugar favorito y trató de relajarse, pero no pudo evitar sentirse cansada. A pesar de su cansancio, continuó jugando con ellos, llenando de risas aquel lugar.

Pasaron los días, y a veces, Lía se sentía tan agotada que no podía jugar tanto como quisiera. Un día, Chispa, la más pequeña, se dio cuenta. "Mamá, ¿por qué no nos cuentas un cuento como antes?"

"Ay, mis bellos ositos, estoy un poco cansada...", respondió Lía con una sonrisa leve.

Los ositos se miraron preocupados. "¿Y si nosotros te contamos un cuento a vos, mamá?" sugirió Tato con una chispa de emoción en sus ojos.

"¡Eso suena genial!" dijo Lía, alegrándose de que sus ositos quisieran ayudarlas.

Los ositos se sentaron alrededor de su mamá y comenzaron a contarle una historia sobre un valiente león que siempre ayudaba a los demás animales en la selva. Mientras Tato y Chispa relataban las aventuras del león, Lía cerró los ojos y escuchó con atención. Poco a poco, sentía cómo su corazón se llenaba de amor y alegría.

Cuando el cuento terminó, los ositos miraron a su mamá y, de repente, Chispa tuvo una gran idea. "Mamá, ¿y si hacemos un día de descanso en la casa?"

"¿Qué es un día de descanso?" preguntó Lía, intrigada.

"Podemos hacer actividades relajantes como pintar, escuchar música, o simplemente estar juntos sin hacer mucho", respondió Lía.

Pero su voz era tan calmante que Lía decidió probar. "¿Por qué no?"

El día del descanso llegó. En lugar de jugar al aire libre, los cuatro se acomodaron en su acogedora cueva. Tato pintó un hermoso cuadro de flores, Lía trajo algunos instrumentos musicales que tenían guardados, y Chispa dibujó dibujitos de su familia en el suelo.

"¡Esa se ve divertidísima!" gritó Lía mientras ellos disfrutaban. Rieron y se divirtieron, sin darse cuenta que el tiempo pasaba rápido. Al final del día, Lía se sintió más revitalizada y feliz.

""¡Gracias, mis amores!"" les dijo Lía, con una gran sonrisa. ""Hoy han sido ustedes mis cuidadores. A veces, también necesito que me cuiden para volver a ser la mamá que desean!""

Los ositos sonrieron y empezaron a entender la importancia de cuidarse entre ellos. Desde entonces, establecieron un ritual donde cada uno tomaba turnos para ‘cuidar’ a los demás. A veces solo se reunían para cantarle a Lía, u otras veces disfrutaban del sol y las flores, mientras ella tomaba un buen descanso.

Así, vivieron felices en el bosque, aprendiendo que el amor y el cuidado van en ambos sentidos, y que siempre hay tiempo para recargar las fuerzas y fortaleza entre una familia. Y así, cada uno se convirtió en un cuidador del otro, porque en el bosque de las cuidadoras, todos importan por igual.

FIN.

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