El Bosque de las Emociones



Había una vez, en el corazón de un bosque encantado, un lugar muy especial llamado el Bosque de las Emociones. En este mágico lugar, todas las emociones vivían en armonía, cada una con su propia casita y su propio color. En el centro del bosque, se encontraba la Casa de las Emociones, donde la sabia Anciana Emoción cuidaba de todas ellas.

Un día soleado, la Alegría salió de su casita amarilla para dar su paseo diario por el bosque. Mientras caminaba, se encontró con su amiga Tristeza, quien se veía un poco apagada. -“¿Qué te sucede, querida Tristeza? ” preguntó la Alegría con preocupación. -“Hoy me siento un poco triste, a veces las lágrimas también son necesarias”, respondió Tristeza con voz suave.

Alegría entendió que todas las emociones eran importantes, así que se sentaron juntas a charlar. Mientras tanto, el Desagrado, la Furia y el Temor se acercaron curiosos para escuchar la conversación. Desagrado dijo: -“Yo siempre me siento mal por ser despreciado”. Furia añadió: -“Y yo siempre termino asustando a los demás con mi enojo”. Temor dijo en voz baja: -“Y a mí me da miedo enfrentar algunas situaciones”.

Entonces, Alegría, Tristeza y las otras emociones les explicaron lo importante que era que todos convivieran juntos. -“Ninguna emoción es buena o mala, cada una de nosotros cumple un papel importante en la vida”, les dijo la Sabia Anciana Emoción, quien se había unido a la conversación.

A partir de ese día, las emociones aprendieron a apoyarse entre sí. Cuando alguno de los habitantes del bosque se sentía abrumado o desbordado por sus emociones, las demás siempre estaban allí para ayudarlo. Juntas comprendieron que la vida se tornaba más rica y equilibrada al aceptar todas las emociones como parte de sí mismos.

Y así, en el Bosque de las Emociones, cada emoción encontró su lugar, formando un hermoso arcoíris de vitalidad y aprendizaje.

FIN.

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