El Bosque de las Estatuas Amigas
En un hermoso parque de la ciudad, cuatro niños se encontraron por casualidad.
Martina, una niña curiosa y valiente; Juan, un niño aventurero y amante de los animales; Sofía, una niña creativa y soñadora; y Tomás, un niño tímido pero muy inteligente. Un día soleado, los cuatro niños decidieron explorar juntos el parque en busca de aventuras. Se adentraron en el espeso bosquecillo que estaba al fondo del parque, donde los árboles parecían susurrar secretos antiguos.
- ¡Qué emocionante es esto! -exclamó Martina con entusiasmo mientras avanzaban entre los árboles. De repente, comenzaron a escuchar voces suaves que parecían provenir de todas partes a la vez.
Las voces hablaban en tono misterioso y parecían invitarlos a seguir adelante. - ¿Escuchan eso? -preguntó Juan con asombro. - Sí, suena como si el bosque estuviera vivo -dijo Sofía con emoción. Tomás se mantenía callado, observando todo a su alrededor con curiosidad.
Decidieron seguir las voces hasta llegar a un claro en medio del bosque donde descubrieron algo maravilloso: cuatro estatuas talladas en madera que representaban a cada uno de ellos. - ¡Es increíble! ¡Somos nosotros! -exclamó Martina sorprendida.
Las estatuas comenzaron a brillar suavemente y cobraron vida ante sus ojos asombrados. Cada una de ellas les hablaba con cariño y sabiduría, enseñándoles lecciones importantes sobre la amistad, la valentía, la creatividad y la inteligencia.
- La amistad es como un tesoro que debemos cuidar siempre -dijo la estatua de Martina con ternura. - La valentía nos permite enfrentar nuestros miedos y superar cualquier desafío -comentó la estatua de Juan con determinación.
- La creatividad nos ayuda a ver el mundo desde diferentes perspectivas y encontrar soluciones originales -añadió la estatua de Sofía con alegría. - Y la inteligencia nos guiará por el camino correcto en cada decisión que tomemos -concluyó la estatua de Tomás con seriedad.
Los niños escucharon atentamente las palabras de las estatuas mientras sentían cómo esas enseñanzas calaban hondo en sus corazones. Comprendieron lo importante que era valorarse mutuamente por sus diferencias y aprender unos de otros para crecer juntos como amigos inseparables.
Al salir del bosquecillo, los cuatro niños se abrazaron emocionados, sabiendo que aquella aventura había fortalecido su amistad para siempre.
Y aunque nunca más volvieron a ver las estatuas vivientes, llevaban consigo el recuerdo imborrable de aquel día mágico en el parque donde descubrieron el verdadero significado del trabajo en equipo y la importancia de ser ellos mismos sin temor alguno.
FIN.