El Bosque de las Estrellas



Era una fría noche de otoño y cinco niños estaban perdidos en un denso bosque. El viento aullaba entre los árboles, y la luna apenas iluminaba el camino. El grupo estaba formado por Juan, el mayor; Sofía, la habilidosa; Lucas, el curioso; Emma, la soñadora y, por último, Valentina, la más pequeña, que apenas tenía siete años.

Después de un día de diversión en el campo, habían seguido a un grupo de mariposas y se habían adentrado demasiado en el bosque. Cuando se dieron cuenta de que están lejos de casa, el sol ya se había escondido.

- “¿Dónde estamos? ” – preguntó Juan, con tono preocupado.

- “No lo sé, pero tenemos que volver” - respondió Sofía, mirando a su alrededor.

- “¡Pero no hay camino! ” – exclamó Lucas, sintiéndose cada vez más asustado.

- “¡No hay nada de qué preocuparse! ” – dijo Valentina con voz firme. – “Si caminamos juntos, seguro que encontramos el camino.”

Los mayores miraron a Valentina con sorpresa. No tenían idea de cómo una niña tan pequeña podía mostrarse tan valiente. Sin embargo, el miedo de estar perdidos era más fuerte.

A la mañana siguiente, Valentina decidió que ya no podían quedarse parados.

- “Vamos a hacer un mapa con lo que recordamos. Así podremos guiarnos.” – propuso.

Los niños se sentaron, y con un palito dibujaron un mapa en la tierra. Valentina tomó la iniciativa y les mostró cómo seguir el río que estaba cerca.

- “Si seguimos el río, llegaremos a algún lugar conocido.”

Así comenzaron su viaje. En el primer día, atravesaron el bosque, encontrando flores coloridas y escuchando el canto de los pájaros. Cada vez que se sentían cansados, Valentina les contaba historias de valientes héroes que habían superado grandes desafíos.

- “¡Si ellos pudieron, nosotros también! ” – decía animada.

El tercer día, el tiempo cambió y comenzó a llover. El grupo se acurrucó bajo un árbol. El agua caía con fuerza y sus ánimos empezaron a decaer.

- “Estoy cansado de caminar y me estoy mojando.” – se quejó Lucas.

- “¡No te rindas! ” – dijo Valentina, tratando de ser fuerte. – “Recuerda que somos un equipo. Debemos cuidarnos unos a otros.”

Sofía, moviendo la cabeza en señal de comprensión, les propuso hacer un refugio temporal con hojas grandes y ramas. Juntos, construyeron un lugar donde se protegieron de la lluvia.

- “¡Casi como una cabaña! ” – exclamó Emma mientras sonreía.

Bajo el refugio, Valentina comenzó a contarles sobre un mapa escondido que había leído en un libro. Decía que había un tesoro en el bosque, pero que sólo se encontraba si uno era valiente y astuto.

- “¿Y si encontramos ese tesoro? ” – preguntó Lucas, los ojos brillantes de emoción.

- “Como el tesoro de la amistad, ¿no? ” - dijo Sofía. – “La mejor aventura es aquello que vivimos juntos.”

Al día siguiente, el sol volvió a brillar. El grupo decidió seguir el río, como había propuesto Valentina. Después de recorrer un gran trecho, empezaron a escuchar un murmullo diferente.

- “¿Escuchan eso? ” – preguntó Emma. - “Parece un pueblo.”

Valentina les sonrió y aceleró el paso. Sería la manera perfecta de probar que su valentía había dado fruto. Al llegar a la cima de una pequeña colina, vieron luces titilantes.

- “¡Es el pueblo! ” – gritaron casi al unísono.

Corrieron hacia la luz, y cuando llegaron al pueblo, se sintieron felices y aliviados. Las personas del lugar se acercaron a ayudarlos.

- “¿Dónde estuvieron? ” – preguntó un hombre mayor con barba. – “Los hemos estado buscando.”

- “Nos perdimos, pero encontramos el camino gracias a Valentina.” – dijo Juan, orgulloso de su hermana menor.

Valentina sonrió mientras los demás también le agradecían. Pero no solo habían encontrado el camino a casa; habían descubierto el valor de la unión, la amistad y la capacidad de ser valiente, sin importar la edad.

- “¿Volveremos al bosque? ” - preguntó Lucas.

- “Solo si es para hacer un picnic, ¡no para perdernos! ” - rió Sofía.

- “Y siempre juntos”, agregó Valentina, levantando su mano.

Así fue como los cinco amigos regresaron a casa, llevando consigo no solo historias de estrellas y aventuras, sino también el conocimiento de que la fuerza no siempre viene del tamaño, sino del corazón.

FIN.

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