El bosque de las frutas encantadas
Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, dos hermanitos llamados Arielito y Pablito. Eran inseparables y les encantaba jugar juntos todo el día.
Un día, mientras exploraban el bosque cercano a su casa, se encontraron con un árbol muy especial. - ¡Mira, Pablito! ¡Este árbol tiene frutas de colores! -exclamó emocionado Arielito. - ¡Sí! Son las frutas más hermosas que he visto en mi vida -respondió Pablito maravillado.
Los niños decidieron probar las frutas y descubrieron que cada una tenía un sabor diferente y delicioso. Pero al llegar la noche, empezaron a sentirse mal. Tenían dolor de estómago y no paraban de vomitar.
- ¡Ay, Arielito! ¿Qué vamos a hacer? Nos enfermamos por comer esas frutas desconocidas -dijo preocupado Pablito. Arielito recordó entonces algo que su abuela solía decirle: "En la naturaleza hay plantas venenosas que pueden hacernos daño. Siempre debemos tener cuidado con lo que comemos".
Decidieron ir en busca de ayuda y encontraron a Don Mateo, el anciano del pueblo conocido por ser un experto en plantas y hierbas medicinales. - Don Mateo, comimos unas frutas del bosque y ahora nos sentimos mal.
¿Nos puede ayudar? -preguntó Arielito con angustia. Don Mateo examinó a los niños y les dio una poción especial para calmar sus malestares. Les explicó la importancia de no consumir alimentos desconocidos sin antes asegurarse de que sean seguros.
- Chicos, siempre es mejor prevenir que lamentar. La naturaleza es maravillosa pero también puede ser peligrosa si no tenemos cuidado -aconsejó el anciano sabiamente. Arielito y Pablito aprendieron la lección aquella noche.
Agradecieron a Don Mateo por su ayuda y prometieron ser más prudentes en el futuro. Desde ese día, los hermanitos se convirtieron en exploradores expertos del bosque, pero esta vez siempre consultando primero a Don Mateo sobre la seguridad de lo que encontraban.
Juntos vivieron muchas aventuras emocionantes sin correr riesgos innecesarios. Y así, Arielito y Pablito comprendieron que la curiosidad está bien siempre y cuando vaya acompañada de precaución y sabiduría.
Jugaron felices para siempre bajo la protección amorosa de su familia y la sabiduría del buen amigo Don Mateo.
FIN.