El Bosque de las Lecciones



Era una hermosa mañana de primavera en la ciudad de Córdoba, y los dos amigos, Daniel y Toto, decidieron que era el momento perfecto para aventurarse al bosque que estaba cerca de sus casas. A pesar de que sus padres les habían advertido que no se alejaron demasiado, los niños estaban llenos de energía y desobedecieron las instrucciones.

"¡Vamos más lejos, Daniel!" - dijo Toto con emoción, señalando un sendero que se perdía entre los árboles.

"Pero mis papás dijeron que no pasemos de las piedras grandes..." - respondió Daniel, un poco dudoso.

"No pasa nada, solo un ratito. ¡Nadie se dará cuenta!" - insistió Toto, empujando a su amigo hacia el sendero.

Así, los dos niños siguieron adentrándose en el bosque, riendo y corriendo, sin pensar en las advertencias de sus padres. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, el paisaje se volvía cada vez más desconocido. Pronto, se dieron cuenta de que no sabían cómo regresar.

"¿Por dónde vinimos?" - preguntó Daniel, comenzando a sentir un nudo en el estómago.

"No sé... solo seguimos corriendo…" - respondió Toto, asustado.

El bosque comenzaba a oscurecerse, y con esto, el miedo también creció en sus corazones.

"¿Qué vamos a hacer?" - dijo Daniel, buscando en su bolsillo. Solo tenía una golosina y un pequeño juguete.

"¿Y si pedimos ayuda?" - propuso Toto, aunque su voz temblaba.

Los niños decidieron gritar.

"¡Ayuda! ¡Estamos perdidos!" - gritaron juntos. Su eco resonó entre los árboles, pero nadie respondió. Mientras tanto, el viento soplaba más fuerte y las sombras parecían alargarse.

Ambos temían que habían tomado una mala decisión. Tras varias horas caminando, decidieron hacer una pausa. Se sentaron sobre un tronco caído, y mientras el silencio del bosque los envolvía, empezaron a reflexionar.

"No debimos desobedecer a nuestros papás…" - dijo Daniel con tristeza.

"Sí… si hubiésemos escuchado, no estaríamos aquí. Extraño a mi mamá…" - confesó Toto, con lágrimas en los ojos.

En ese momento, los niños se dieron cuenta de que habían puesto en peligro su propia seguridad por no escuchar las recomendaciones de sus padres. En medio de la oscuridad, comprendieron que la confianza y el amor de sus padres eran invaluables.

"Prometamos que si nos encuentran, nunca más desobedeceremos" - sugirió Daniel.

"¡Sí! ¡Prometido!" - respondió Toto, secándose las lágrimas.

De repente, comenzaron a escuchar un ruido a lo lejos. Era el sonido de una voz conocida.

"¡Daniel! ¡Toto!" - era la voz del papá de Daniel que los buscaba con una linterna.

"¡Papá! ¡Estamos aquí!" - gritaron al unísono.

Las luces se acercaban y pronto los niños vieron a sus padres venir hacia ellos con rostros de preocupación. Cuando Daniel y Toto vieron a sus papás, corrieron a abrazarlos.

"¡Nunca más nos iremos sin avisar!" - exclamó Toto.

"Lo prometemos, nunca más desobedeceremos" - agregó Daniel.

Sus papás, aliviados, los abrazaron y les dijeron que estaban muy asustados por su desaparición. De hecho, les enseñaron la importancia de siempre escuchar y respetar las instrucciones.

Desde ese día, Daniel y Toto aprendieron a ser niños responsables, que es más emocionante y divertido seguir las normas de seguridad, y que el amor de sus padres siempre debe ser valorado. No solo volvieron a disfrutar del bosque, sino que también nunca desaprovecharon la oportunidad de pasar tiempo con sus familias, recordando siempre sus promesas.

FIN.

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