El bosque de las maravillas perdidas



En un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y un cielo siempre azul, había un bosque mágico al que los niños solo se atrevían a entrar cuando estaban en grupo. Se decía que dentro de ese bosque habitaban criaturas fantásticas y que, entre sus árboles, se escondían tesoros inimaginables. Sin embargo, también había un misterio que los mantenía alejados: muchas personas afirmaban haber perdido cosas importantes al entrar.

Un día, un grupo de cinco amigos decidió aventurarse dentro del bosque. Eran: Sofía, una niña curiosa y valiente; Tomás, un experto en resolver acertijos; Clara, que siempre tenía una respuesta para todo; Lucas, un amante de las historias, y Benjamín, a quien le encantaba dibujar.

"¿Estás lista para ver qué misterios nos esperan, Sofía?" - le preguntó Tomás mientras cruzaban la entrada del bosque.

"¡Por supuesto que sí! Este es el día perfecto para una aventura" - respondió Sofía emocionada.

A medida que caminaban, los árboles se volvían más altos y espesoras las sombras. Los amigos se agruparon y comenzaron a hablar sobre lo que esperaban encontrar.

"Tal vez encontremos un dragón o un tesoro escondido" - añadió Lucas, mientras gesticulaba con sus manos como si fuera un gran explorador.

"O también un mapa que nos lleve a una aventura aún mayor" - dijo Clara, convencida.

Después de un rato, encontraron un claro con un árbol enorme en el centro. En su tronco había un extraño grabado que decía: "A quienes busquen verdaderos tesoros, deben encontrar primero lo que han perdido".

"¿Qué significa eso?" - preguntó Benjamín, mirando atentamente el grabado.

"Tal vez, lo que hemos perdido son cosas más importantes que solo objetos" - reflexionó Sofía.

Los amigos pensaron un momento y, de repente, Tomás tuvo una idea.

"¡Podemos buscar cosas que hemos perdido en nuestra amistad!" - exclamó. Todos se miraron intrigados.

"Como los momentos en que no fuimos sinceros o cuando no apoyamos a alguien" - dijo Clara, recordando un malentendido reciente.

Decidieron embarcarse en una búsqueda no solo de tesoros físicos, sino en un viaje de autoconocimiento. Cada amigo tomó un turno para recordar un momento en el que no había estado presente para los demás. Sofía recordó una vez que había ignorado a Benjamín porque estaba concentrada en un dibujo.

"Lo siento, Benjamín, debí haber estado ahí para ti" - dijo, mientras él sonreía, aceptando sus disculpas.

Mientras continuaban su camino, cada uno compartió recuerdos, risa y lágrimas. Al llegar a la cima de una colina, encontraron un hermoso lago que brillaba con los colores del atardecer. Pero al mirar de cerca, vieron sus reflejos y se dieron cuenta que en el agua había objetos que pertenecían a cada uno: el libro favorito de Lucas, un colgante de Clara, el gorro de Tomás y, por último, un cuaderno de dibujos de Benjamín.

"¡Miren! Todo lo que hemos perdido está aquí" - dijo Sofía asombrada.

En ese momento, decidieron hacer una promesa.

"Siempre vamos a apoyarnos, sea lo que sea" - dijo Clara, levantando la mano en señal de acuerdo.

"Y nunca dejaremos que los malentendidos nos separen" - añadió Tomás.

Los amigos sonrieron, y al acercarse al agua, cada uno tomó su objeto. Pero, en vez de quedarse con ellos, decidieron dejarlos en el lago como símbolo de su amistad renovada.

"Si alguna vez vuelvo a perder esto, recordaré que lo más valioso es la amistad" - afirmó Benjamín.

Y así, con una nueva perspectiva de lo que era realmente importante, comenzaron su camino de regreso, llenos de risas y historias para contar. Aquel día habían descubierto el verdadero tesoro: el valor de una amistad sólida y sincera.

Hasta el día de hoy, los cinco amigos siempre vuelven al bosque de las maravillas perdidas, no solo para recordar su increíble aventura, sino para atesorar y reforzar el vínculo que habían construido juntos.

FIN.

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