El Bosque de las Palabras



En un mágico bosque, habitaba un conejo llamado Lío que no podía hablar como los demás animales. Aunque tenía muchos amigos, la comunicación siempre era un desafío para él. Un día, mientras jugaba con Susy, la tortuga, se dieron cuenta de que el bosque estaba lleno de criaturas que también tenían sus propias formas de hablar y entenderse.

"Hola, Lío! ¿Ves esa ardilla? Tal vez te muestre cómo salta muy alto y comunica su alegría", sugirió Susy.

Lío observó a la ardilla llamada Rápido, que saltaba de rama en rama con gran energía. Tenía una forma especial de hacer movimientos de su cuerpo que transmitían felicidad.

"¡Salta y gira como Rápido!", le dijo Susy.

Lío intentó imitarla, pero sus saltos no eran tan altos. Sin embargo, Rápido se dio cuenta de su esfuerzo.

"¡Muy bien, Lío! No te preocupes, cada uno tiene su manera de expresar todo lo que siente", dijo la ardilla.

Los días pasaron y Lío decidió explorar más su forma de comunicación. Se acercó al río donde vivía el pez Carlos, que realizaba burbujas para mostrarse feliz.

"No necesito hablar, sólo hago burbujas", explicó Carlos.

Intrigado, Lío decidió que iba a intentar hacer sus propias señales. Así, con el tiempo, fue creando diferentes movimientos y gestos con sus patas.

Una tarde, el Bosque se preparaba para el gran Festival de la Amistad. Todos los animales estaban emocionados por compartir sus talentos. Lío quería participar pero, ¿cómo iba a expresarse sin palabras?"¡Quizás podrías hacer una danza!", propuso Susy llena de entusiasmo.

Y así lo hizo. En la tarde del festival, cuando todos los animales se reunieron, Lío comenzó a saltar y girar, usando el lenguaje de los gestos que había aprendido. Los animales lo miraron asombrados.

"¡Miren, Lío está bailando!", exclamó Rápido.

"¡Es precioso!", agregó Carlos.

Con cada movimiento, Lío transmitía su alegría y amistad, haciendo que todos los animales se unieran a él. Pronto, incluso los que no sabían bailar comenzaron a imitar sus movimientos.

El bosque se llenó de risas y sonrisas. Todos se dieron cuenta de que la verdadera amistad va más allá de las palabras.

"Aunque no hablas como nosotros, tu luz brilla de forma única", le dijo Susy mientras bailaba junto a él.

Al finalizar el festival, todos aplaudieron y gritaron:

"¡Viva Lío! El conejo que nos enseñó que hay muchas maneras de comunicarse".

Lío se sintió feliz y comprendido. aquellos gestos de amor y amistad lo hicieron sentir parte de algo más grande. Desde ese día, el Bosque de las Palabras no solo se conoció por su belleza, sino también por la diversidad de formas de comunicación que unieron a todos sus habitantes. Un verdadero ejemplo a seguir para grandes y chicos. Y así, Lío descubrió que no necesitaba hablar para ser escuchado; su corazón ya lo decía todo.

FIN.

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