El Bosque de las Palabras Mágicas



En un pequeño pueblo llamado Diversilandia, había un bosque mágico donde las palabras cobraban vida. Este bosque estaba lleno de árboles que susurraban en diferentes idiomas y flores que cantaban en diversas melodías. Sin embargo, los habitantes del pueblo eran muy diferentes entre sí. Había quienes hablaban español, otros italiano, algunos wichí y también, entre tantos, se escuchaban lenguas indígenas.

Un día, la pequeña Sofía, que hablaba español, decidió aventurarse en el bosque.

"¡Qué hermoso es este lugar!" - pensó mientras caminaba. De repente, se encontró con un árbol anciano que tenía una cara amable y sabia.

"Hola, pequeña. Soy el Árbol de las Palabras. ¿Qué idioma hablas?" - preguntó el árbol con voz profunda.

"Hablo español, pero me gustaría entender otros idiomas," - respondió Sofía.

El árbol sonrió y dijo:

"Entonces, ¡ayúdame a sembrar semillas de palabras! Juntos, haremos que este bosque crezca y aprenda a hablar en muchos idiomas."

Intrigada, Sofía asintió y comenzó a ayudar al árbol. Así, plantaron semillas en la tierra. Cada semilla representaba una palabra diferente de varios idiomas.

Poco a poco, empezaron a germinar y el bosque se llenó de colores. Pero al mismo tiempo, Sofía notó que algunos árboles comenzaron a marchitarse. Preocupada, exclamó:

"¿Qué pasa, Árbol de las Palabras?"

"Algunas palabras no se entienden entre ellas. Los árboles que tienen diferentes idiomas no saben comunicarse y eso los está marchitando. Debemos hacer algo. Elige dos idiomas y los mezclaremos para que se entiendan."

Sofía pensó por un momento y decidió mezclar el español con el francés.

"Probemos con esta mezcla," - dijo emocionada.

El árbol comenzó a recitar palabras en español y francés al mismo tiempo, creando una hermosa melodía. Al escuchar eso, los árboles comenzaron a florecer de nuevo, ¡y más colores aparecieron! Sin embargo, descubrieron que algunos árboles aún no se animaban.

Entonces, Sofía, con la ayuda del árbol, decidió invitar a niños de todo el pueblo a que le contaran historias en sus idiomas.

"¡Vengan a contarme sus historias!" - gritó Sofía mientras corría al pueblo.

Los niños llegaron. Uno de ellos, Juan, hablaba wichí:

"Yo contaré la historia del jaguar y su fuerza."

Y así, uno tras otro, comenzaron a compartir sus leyendas en sus lenguas. Sofía, con la ayuda del árbol, las traducía, creando puentes lingüísticos entre ellos.

Con cada historia, los árboles se llenaban de vida, y el bosque empezó a resonar en diferentes idiomas.

Cuando el sol se ponía, todo el bosque brillaba como nunca antes. El Árbol de las Palabras, satisfecho, dijo:

"¡Lo has logrado, Sofía! Hemos creado un lugar donde todas las palabras pueden bailar juntas. La diversidad lingüística es lo que nos enriquece y fortalece como comunidad."

Sofía se dio cuenta de que aunque provenían de lugares diferentes, podían unirse a través de las palabras. Desde ese día, los niños del pueblo no solo jugaban juntos, sino que también contaban historias en distintos idiomas, creando un ambiente de respeto y amor por la diversidad.

El Bosque de las Palabras se convirtió en un símbolo de unión, donde cada idioma era un árbol más, y donde cada historia se escuchaba y se celebraba.

Y así, en Diversilandia, aprendieron que la diversidad lingüística y cultural no solo enriquece nuestras vidas, sino que también nos conecta de maneras maravillosas.

FIN.

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