El Bosque de los Amigos
Un día soleado, un grupo de niños curiosos decidió aventurarse en el bosque cercano a su barrio. Desde lejos, podían escuchar el murmullo de los ríos y el cantar de los pájaros. Ellos, llenos de energía y entusiasmo, se adentraron más y más entre los árboles.
- ¡Miren esos árboles tan altos! - exclamó Sofía, la más valiente del grupo.
- Y esas flores tan coloridas, ¡se ven hermosas! - agregó Mateo, mientras corría tras una mariposa.
De repente, se encontraron con un pequeño conejo que parecía estar atrapado en una rama.
- ¡Pobrecito! - dijo Luli, acercándose con cuidado. - Déjame ayudarte.
- Gracias, niña. Me llamo Rocco - respondió el conejito, aliviado de ser liberado.
- ¡Wow! ¡Un conejito que habla! - exclamó Facu, sorprendido.
Los niños, fascinados, comenzaron a charlar con Rocco. Pronto se dieron cuenta de que el bosque estaba lleno de animales que podían hablar, como un pato llamado Pipo, una tortuga llamada Tita y un búho sabio llamado Don Búho.
- ¡Vamos a jugar juntos! - propuso Rocco, saltando emocionado.
- ¡Sí! Pero primero, ¿qué juego jugamos? - preguntó Sofía.
- ¿Qué tal una carrera? - sugirió Tita, sabiendo que los niños eran muy veloces.
Así, empezaron una carrera entre los niños y los animales. Rocco fue rápido como un rayo, pero los niños estaban decididos a ganar. Sin embargo, al final de la carrera, todos se dieron cuenta de que lo importante no era ganar, sino disfrutar del momento juntos.
- ¡Fue divertidísimo! - gritó Mateo, aún sin aliento.
- Totalmente, ¡deberíamos hacerlo más seguido! - concordó Luli.
Mientras seguían jugando, un ruido fuerte interrumpió su diversión. El búho, que había estado observando desde lo alto de un árbol, se asomó.
- ¡Chicos! ¡Cuidado! Se acerca una tormenta. Debemos encontrar un lugar seguro.
Los niños, un poco asustados, miraron a Rocco.
- ¿Y ahora qué hacemos? - preguntó Sofía.
- No se preocupen. Sigamos a Don Búho; él sabe el camino - respondió Rocco, con confianza.
Guiados por el búho, los niños y los animales corrían hacia una cueva cercana que parecía ser un refugio perfecto contra la tormenta. Una vez dentro, se sintieron seguros y comenzaron a contarse historias sobre sus vidas.
- Yo tengo un sueño - empezó Mateo. - Quiero ser un gran corredor de maratón.
- Eso suena genial. ¡Tú puedes! - lo alentó Tita.
- Y yo quiero ser artista - dijo Sofía, con una sonrisa. - Pintar cuadros de nuestro bosque.
Mientras intercambiaban sueños, la tormenta afuera arremetía, pero dentro de la cueva, los niños y los animales se sintieron conectados.
- ¿Sabían que también podemos hacer algo para cuidar nuestro bosque? - preguntó Don Búho, haciendo que todos se callaran.
- ¿Cómo? - preguntaron los niños en coro.
- Podemos organizar un día de limpieza del bosque para sacarlo adelante - dijo Rocco.
- ¡Es una idea genial! - exclamó Luli. - ¡Lo haremos!
Después de que la tormenta pasó, salieron de la cueva, listos para llevar a cabo su plan. Juntos, comenzaron a recoger basura, plantar flores y enseñar a otros sobre la importancia de cuidar el bosque.
- ¡Qué lindo se ve todo! - dijo Mateo, admirando su trabajo en equipo.
Las sonrisas y risas de los niños y los animales resonaron en el bosque. Desde ese día, el Bosque de los Amigos se convirtió no solo en un lugar de juegos, sino también en un símbolo de unidad y respeto por la naturaleza.
- Estoy tan feliz de haberlos conocido - dijo Rocco, mirando a sus nuevos amigos. - Juntos podemos lograr grandes cosas.
Y así, cada semana, los niños volvían al bosque, no sólo a jugar, sino también a cuidar el lugar que había unido sus corazones, enseñándoles que la amistad y el amor por la naturaleza son los mejores regalos que pueden tener.
FIN.