El Bosque de los Amigos Sabios



Había una vez en un pequeño pueblo rodeado de un frondoso bosque, una niña llamada Angélica.

Era una niña muy curiosa y valiente, a la que le encantaba pasar largas horas explorando el bosque y hablando con los animales que vivían en él. Un día soleado de primavera, Angélica decidió aventurarse más allá de lo habitual y adentrarse en el espeso bosque.

Mientras caminaba entre los árboles y escuchaba el canto de los pájaros, se dio cuenta de que había perdido por completo el camino de regreso a su casa. Angustiada y asustada, Angélica recordó entonces su increíble habilidad para hablar con los animales.

Se sentó en un tronco caído y cerró los ojos concentrándose en llamar a sus amigos del bosque. Pronto, apareció ante ella Nico, un simpático zorro rojo. "¡Hola Angélica! ¿Qué haces aquí tan lejos de tu hogar?" -preguntó Nico con curiosidad. "Me he perdido, Nico.

No sé cómo volver a casa", respondió Angélica con los ojos llenos de lágrimas. Nico la miró con ternura y le dijo: "Tranquila, no temas. Te ayudaremos a encontrar el camino de regreso".

Acto seguido, reunió a todos sus amigos del bosque: Luna la lechuza sabia, Tito el conejo veloz y Lila la ardilla traviesa. Juntos formaron un plan para guiar a Angélica de vuelta a su hogar.

Luna sobrevolaba el bosque para tener una vista panorámica desde arriba, Tito corría adelante marcando el camino seguro y Lila saltaba entre las ramas indicando las direcciones correctas. Gracias al trabajo en equipo y la valentía de Angélica, lograron salir del laberinto del bosque poco antes del anochecer.

Cuando finalmente llegaron al borde del mismo, vieron las luces del pueblo brillando a lo lejos. "¡Lo logramos! ¡Gracias por ayudarme!" exclamó emocionada Angélica abrazando a sus amigos animals.

"Siempre estaremos aquí para ti cuando nos necesites", dijo Nico con una sonrisa pícara en su rostro animal. Angélica aprendió esa tarde que nunca estaba realmente sola cuando tenía amigos como ellos dispuestos a ayudarla. Y así regresó a casa llena de gratitud por la amistad incondicional que compartía con los habitantes del bosque.

Desde ese día en adelante, cada vez que se aventuraba en el bosque recordaba la importancia de la solidaridad, la valentía y sobre todo... ¡La magia de poder hablar con los animales!

FIN.

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