El Bosque de los Colores Perdidos
En un profundo y hermoso bosque, vivían dos amigos inseparables: Lía, una mariposa de colores vibrantes, y Tano, un pequeño sapo de piel verde y manchones amarillos. Cada día, exploraban juntos sus alrededores, jugando entre los árboles y descubriendo nuevos rincones del bosque. Sin embargo, un día, Lía se dio cuenta de que sus colores estaban empezando a desvanecerse.
"Tano, no sé qué me pasa, me siento tan opaca. Mis alas ya no brillan como antes" - dijo Lía con tristeza.
Tano miró a su amiga con preocupación.
"No te preocupes, Lía. Encontraremos una manera de devolverte tus colores. Quizás podríamos visitar al Sabio Búho, él sabe mucho sobre el bosque y sus secretos".
Lía asintió con esperanza, y los dos amigos se pusieron en marcha hacia el árbol más viejo y sabio del bosque, donde habitaba el Búho.
Al llegar, el Sabio Búho los recibió con su mirada profunda y sabia.
"¡Hola, pequeños! ¿Qué los trae por aquí?" - preguntó el Búho con su voz suave.
Lía se acercó y explicó su problema.
"Mis colores están desapareciendo y me siento triste. ¿Podés ayudarme, por favor?"
El Búho reflexionó por un momento y respondió:
"Hay un rincón del bosque donde se encuentra la Fuente de los Colores. Solo aquellos que tienen un corazón puro pueden encontrarla. Si quieres recuperar tus colores, deberás ayudar a alguien primero. Eso será la clave".
Lía y Tano se miraron intrigados.
"¿Ayudar a alguien? Pero... ¿a quién?" - preguntó Tano.
Justo en ese momento, escucharon un llanto suave. Al acercarse, encontraron a un pequeño cardenal atrapado entre las ramas de un arbusto espinoso.
"¡Ayúdenme, por favor!" - gritó el cardenal.
Sin dudarlo, Lía y Tano pusieron manos a la obra. Lía voló cerca del arbusto para distraer a las espinas, mientras Tano, con su pequeña fuerza, comenzó a abrir las ramas.
"¡Así! Ahora solo un poco más... y... ¡pum!" - exclamó Tano al liberar al cardenal.
"¡Gracias! Me creía perdido. Si no fuera por ustedes, no habría podido salir" - dijo el cardenal, su plumaje rojo brillante resplandeciendo bajo la luz del sol.
Lía sintió una chispa de alegría en su corazón al ver al cardenal libre. De repente, se dio cuenta de que algo en ella había cambiado. Un destello de color azul había regresado a sus alas.
"Mirá, Tano, mis colores están volviendo" - le dijo emocionada.
El Sabio Búho observaba desde lo alto del árbol, con una pequeña sonrisa en su rostro.
"Verán que el verdadero color viene de ayudar a los demás. A veces, el brillo que buscamos no está en nosotros mismos, sino en nuestras acciones" - les dijo, mientras sus ojos brillaban de sabiduría.
Lía y Tano sonrieron, comprendiendo la lección que habían aprendido. Decidieron seguir ayudando a los demás a lo largo del bosque, cada vez que se presentara la oportunidad.
Al final del día, Lía y Tano regresaron al claro donde siempre jugaban. La mariposa ahora tenía el rojo, el azul y el amarillo de vuelta en sus alas, gracias a las bondades que habían hecho por el cardenal y, quizás, a los muchos más que ayudarían en el futuro.
"Gracias, Tano. Te prometo que seguiré usando mis colores para ayudar a otros" - exclamó Lía con una gran sonrisa.
"Y yo estaré a tu lado, siempre" - respondió Tano.
Desde aquel día, el bosque se llenó de nuevos brillos y colores, gracias a la magia de la amistad, la generosidad y la bondad. A veces, lo que más necesitamos es encontrar nuestro propio brillo ayudando a otros a encontrar el suyo.
Y así, Lía y Tano aprendieron que el verdadero color no solo está en la apariencia, sino en el corazón y en la bondad que compartimos con los demás.
FIN.