El Bosque de los Cuatro Colores
En un exuberante bosque lleno de árboles que brillaban como esmeraldas, vivían tres amigos muy especiales: un unicornio llamado Lila, un mapache llamado Muno y un pájaro llamado Pipo. Lila era un unicornio con un cuerno deslumbrante que parecía estar hecho de estrellas; Muno era un mapache travieso con una cola peluda que siempre estaba dispuesto a hacer reír, y Pipo, un pajarito de plumas radiantes, tenía la habilidad de cantar las melodías más hermosas.
Un día, mientras jugaban en su rincón favorito del bosque, Muno tuvo una gran idea.
"¡Chicos, hoy es el día perfecto para una aventura! ¿Qué tal si exploramos el otro lado del río?" - propuso Muno, con su voz llena de entusiasmo.
Lila miró hacia el río que brillaba bajo el sol. Había escuchado historias de una parte del bosque donde los árboles tenían hojas de colores mágicos.
"¡Sí! ¡Quiero ver esos árboles de colores!" - exclamó Lila, moviendo su cola con emoción.
"Yo también quiero, ¡será divertido!" - agregó Pipo, picoteando el aire con su pico.
Los tres amigos decidieron cruzar el río. Lila usó su cuerno brillante para hacer un puente de luz que les permitió pasar sin mojarse.
Al llegar al otro lado, encontraron un bosque diferente. Los árboles eran de un azul profundo, el césped de un amarillo radiante y las flores de un rojo intenso.
"¡Es hermoso!" - se maravilló Pipo.
"Miren cómo brillan las flores bajo el sol" - dijo Muno, mientras correteaba entre ellas.
Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que había algo extraño en aquel lugar. A pesar de lo hermoso, todo estaba muy callado.
"¿Dónde están los animales?" - preguntó Lila, un poco preocupada.
"Tal vez se fueron a jugar en otro lugar" - sugirió Muno, intentando no dejar que el silencio los asustara.
De repente, un fuerte viento comenzó a soplar, y un sonido de llanto alcanzó sus oídos. Siguiendo el sonido, fueron hacia un árbol de hojas violetas, donde encontraron a una pequeña ardilla que sollozaba.
"¿Qué te ocurre?" - preguntó Lila con amor.
La ardilla, llamada Tula, levantó la vista y dijo:
"He perdido mi bellota mágica. Sin ella, no puedo llamar a mis amigos. Ya no quiero estar sola."
Muno se acercó para consolarla.
"No te preocupes, ¡podemos ayudarte a encontrarla!"
"Sí, Tula. Trabajaremos juntos. A veces, las aventuras también son ayudar a los demás" - añadió Pipo, volando sobre sus cabezas.
Así comenzó la búsqueda. Miraron bajo las hojas, entre las flores y en cada rincón del nuevo bosque. Pero no había rastro de la bellota.
Después de un rato, se sentaron a descansar. Fue entonces que Lila tuvo una idea brillante.
"A veces, lo que buscamos está más cerca de lo que creemos. ¿Y si pensamos en lo que hacemos juntos?"
Con eso, se pusieron a recordar todos los momentos felices que habían compartido: jugando, riendo y explorando.
"¡Ya sé!" - exclamó Tula. "La bellota era mi símbolo de amistad, mi forma de llamar a los que quiero. La guardé en mi lugar especial, entre mis hojas.
Muno, Lila y Pipo se miraron con sorpresa y comenzaron a reír al darse cuenta de que la verdadera magia no estaba solo en la bellota, sino en su amistad y en el apoyo que se brindaban.
"Ahora entiendo, la felicidad está cuando estamos juntos" - dijo Tula sonriendo.
—"Exactamente" - afirmó Lila.
No necesitaban una bellota mágica para compartir momentos alegres y formar nuevos recuerdos. Se despidieron de Tula con un fuerte abrazo y prometieron regresar, no solo para jugar, sino también para compartir tiempo juntos.
Al cruzar de vuelta el río, los amigos miraron hacia el bosque lleno de colores.
"Tal vez deberíamos hacer de este lugar nuestro lugar especial" - sugirió Muno.
"Sí, un lugar donde la magia de la amistad siempre esté presente" - concluyó Lila, el corazón lleno de alegría.
Y así, Lila, Muno, Pipo y Tula aprendieron que la verdadera magia no se encuentra en objetos especiales, sino en los momentos compartidos con amigos. Desde aquel día, cada vez que se juntaban, irradiaban colores y alegría, convirtiendo el bosque en un lugar siempre lleno de risas.
Así, el bosque de los cuatro colores se convirtió en un lugar donde la amistad brillaba tanto como la luz del sol que iluminaba cada aventura.
FIN.