El Bosque de los Cuentos Entretejidos
Era una mañana luminosa en el Bosque de los Cuentos Entretejidos. Ariel, un pequeño duende aventurero con orejas puntiagudas y una gran sonrisa, decidió explorar un poco más allá de su hogar. Mientras caminaba, notó algo raro: un hilo dorado brillaba en el suelo. Nunca había visto algo así y su curiosidad lo llevó a seguirlo.
- “¿A dónde me llevará este hilo? ” - se preguntó Ariel, sintiendo que un nuevo viaje estaba por comenzar.
El hilo dorado lo condujo hasta un claro donde se encontraron personajes de diferentes cuentos: Caperucita Roja, el Lobo Feroz, y Pinocho, todos discutiendo sobre quién era el más valiente.
- “¡Yo soy valiente porque enfrenté al lobo! ” - dijo Caperucita, mostrando su canasta.
- “¡Valiente yo! Me he enfrentado a un niño que puede mentir tanto que su nariz crece.” - replicó Pinocho, con orgullo.
- “Valientes, pero ninguno de ustedes ha cruzado un río peligroso como yo.” - dijo el Lobo, con una sonrisa.
Ariel, al ver que la discusión no llegaba a ningún lado, se acercó y dijo:
- “Chicos, ¿por qué no hacemos una competencia de valentía en lugar de discutir? ”
Ellos se miraron intrigados por la propuesta.
- “¿Y cómo se hace eso? ” - preguntó Caperucita, ajustándose su capa roja.
- “Podríamos ayudarnos mutuamente para completar una serie de retos, y así, veremos quién es verdaderamente valiente.”
- “¡Buena idea! ” - exclamó el Lobo, con entusiasmo.
Así, los cuatro decidieron poner a prueba su valentía. El primer reto fue cruzar el Puente del Arco Iris, un lugar donde los colores brillaban intensamente y la leyenda decía que si mirabas por debajo, podrías ver la sombra de tus miedos.
- “¡No tengamos miedo! Solo es un puente.” - animó Ariel mientras se colocaba al frente.
- “Pero… ¡y si caemos! ” - temía Caperucita.
Pinocho, con su curiosidad insaciable, sugirió:
- “¿Qué tal si empezamos a contar historias mientras cruzamos? Eso nos distraerá.”
Así lo hicieron. Mientras avanzaban sobre el puente, contaron historias sobre distintos miedos que habían enfrentado: Caperucita habló del bosque oscuro, el Lobo del día en que fue rechazado por los otros animales, y Pinocho de sus horrendos errores.
Los colores del Arco Iris parecían más vivos mientras compartían sus historias. Al final, se dieron cuenta de que el miedo a lo desconocido desapareció al compartirlo.
- “¡Lo logramos! ” - gritó Ariel, llegando al final del puente.
- “¿Vieron? ¡No era tan difícil! ” - dijo Caperucita, celebrando.
El segundo reto fue encontrar a la Vieja de la Galleta, que, según la leyenda, hacía las galletas más ricas del bosque, pero que solo aparecía cuando le decías un secreto.
- “Yo no tengo secretos…” - confesó Pinocho, tocando su nariz.
- “¿Se trata de no tener secretos porque eres un mentiroso? ” - se rió el Lobo.
- “¡No! ¡Se trata de decir la verdad con valentía! ” - respondió Pinocho, decidido.
Finalmente, cada uno confesó su secreto más íntimo: Caperucita reveló que un día se perdió en el bosque, el Lobo confesó que deseaba ser amigo de Caperucita, y Ariel se atrevió a decir que temía que sus alas no lo llevasen lejos.
Cuando terminaron, una suave voz resonó entre los árboles:
- “¡Oh, valientes del bosque, aquí estoy! ” - y apareció la Vieja de la Galleta, con una cesta llena de dulces.
- “Cada uno de ustedes ha demostrado valor al compartir sus secretos, y por ello recibirán su recompensa.”
Todos recibieron una galleta mágica, que al comerla les daba un poco de la valentía del otro.
- “Ahora sí, podremos enfrentar cualquier cosa juntos.” - dijo Ariel, disfrutando de su galleta.
Al final de la jornada, decidieron hacer una promesa:
- “Siempre que uno necesite valor, los otros estarán ahí para ayudarlo.” - dijeron al unísono.
Y así, regresaron a casa, no solo como amigos, sino como un equipo, listos para enfrentar cualquier aventura que el Bosque de los Cuentos Entretejidos les propusiera.
Desde ese día, cada vez que alguien tenía miedo, se acordaban de su primera gran aventura en el puente y de la magia de compartir secretos y valía, porque lo más valiente no era solo enfrentarse a los miedos, sino tener el coraje de ser uno mismo ante los amigos.
FIN.