El Bosque de los Derechos



En un rincón escondido de la ciudad, había un Hogar Infantil llamado ICBF, donde un grupo de niños vivía felizmente. Cada día, jugaban y aprendían sobre sus derechos mientras soñaban con lo que querían ser cuando fueran grandes. Ellos estaban decididos a vivir en un mundo donde cada niño pudiera ser tratado con respeto y amor.

Un día, los niños decidieron crear una Gran Fiesta de los Derechos. La idea fue promovida por Valentina, una niña de diez años que siempre estaba buscando formas de hacer que sus amigos se sintieran más seguros y respetados.

"¡Hagamos una fiesta donde todos puedan conocer sus derechos!" – dijo Valentina entusiasmada.

Los demás niños comenzaron a murmurar y a emocionarse. Santiago, su mejor amigo, sugirió:

"Podemos hacer un desfile de disfraces, cada uno puede representar un derecho diferente. Yo quiero ser el derecho a jugar y a divertirme."

El grupo se llenó de ideas y entusiasmo. Cada uno eligió un derecho para representar. Había disfraces de derecho a la educación, derecho a la alimentación, derecho a la protección, y un largo etcétera. Todo estaba listo para la fiesta.

Sin embargo, una semana antes del gran evento, alguien hizo notar que la gente del barrio apenas conocía los derechos de los niños.

"Si no les decimos, no vendrán a la fiesta" - dijo Sofía, otra de las niñas del hogar.

Valentina pensó un momento y luego lanzó una propuesta:

"¿Y si hacemos una presentación antes del desfile, donde expliquemos lo que es cada derecho?"

"¡Eso es genial!" – gritaron los demás.

Se pusieron manos a la obra. El grupo se dividió en pequeños equipos para investigar cada derecho y preparar una breve explicación, acompañada de una actuación. El trabajo en equipo fortaleció su amistad, aprendieron a colaborar y a escucharse los unos a los otros.

Finalmente, llegó el día de la fiesta. Con el hogar decorado con coloridos globos y carteles que decían "¡Los Niños tienen Derechos!", los niños se organizaron para comenzar el desfile. Familias del barrio, educadores y otros niños se unieron a la celebración.

Cuando llegó el momento de la presentación, Valentina se puso frente a todos y dijo:

"¡Bienvenidos a la Gran Fiesta de los Derechos! Estamos aquí para recordarles que todos tenemos derechos!"

Uno a uno, los niños fueron presentando su derecho, interpretando sus tarjetas con pasión y gracia. Los adultos comenzaron a aplaudir mientras los niños actuaban. La sala se llenó de risas y alegría, y la gente se unió a la celebración.

Pero, de repente, un hombre del barrio se levantó y protestó:

"¿Por qué deberían tener los niños derechos? Los niños deben simplemente escuchar y obedecer."

Un silencio incómodo se apoderó del lugar. Valentina tomó una respiración profunda y decidió responder:

"Los derechos de los niños no son un capricho, son protección. Significan que podemos ser felices, aprender y ser escuchados. Si no tuviéramos derechos, no seríamos libres. ¿No querrías que tu hijo tuviera derecho a ser feliz?"

El hombre se quedó pensativo y la audiencia empezó a murmurar entre sí. Algunos comenzaron a asentir con la cabeza.

"Quizá tienes razón" - dijo el hombre, con una voz más suave.

La fiesta continuó, y a medida que el día avanzaba, el hombre comenzó a hablar con los niños, incluso se unió a uno de los juegos, recordando que haber sido niño también significaba jugar y disfrutar. La Gran Fiesta de los Derechos terminó siendo un éxito rotundo. Los derechos de los niños resonaban con fuerza y alegría en el corazón de todos, y se agradeció a Valentina y a su grupo por haber organizado algo tan especial.

Esa noche, mientras se acomodaban en sus camas, Valentina se sintió contenta. Había logrado que los derechos de los niños se conocieran y se respetaran, pero más que eso, había enseñado a sus amigos que juntos, podían hacer una diferencia en el mundo. Y así, el Hogar Infantil ICBF no solo fue un lugar seguro para vivir, sino un faro de esperanza para un futuro mejor para todos los niños del barrio.

FIN.

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