El Bosque de los Derechos
En un rincón del mundo, había un bosque mágico llamado el Bosque de los Derechos, donde todos los animales vivían en paz y armonía. Este bosque estaba protegido por una sabia tortuga llamada Tula, quien era la guardiana de los Derechos de Todos. Tula siempre decía a los demás animales: "Cada uno de nosotros tiene derechos que debemos respetar y proteger, así como el derecho a ser libre, a ser tratado con respeto y a vivir en comunidad".
Un día, un pequeño conejo llamado Timo llegó al bosque. Timo estaba muy asustado porque había huido de un lugar donde no lo dejaban jugar ni ser él mismo. Al llegar al Bosque de los Derechos, Timo encontró un grupo de animales jugando en un claro. Se acercó, pero se sentía tímido.
"¡Hola! Soy Timo, el conejo. Puedo jugar con ustedes?" -preguntó con voz temblorosa.
Un zorro travieso llamado Zuri respondió: "Hola, ¡bienvenido! Claro que sí, pero primero necesitamos saber si sabes las reglas del juego".
Timo se sintió triste y confundido. "No conozco muchas reglas, sólo quiero jugar y ser feliz".
Zuri se rió y dijo: "Aquí en el bosque, para que todos se diviertan debes saber, ¡así que tal vez no puedas jugar!".
Al escucharlo, Tula se acercó y, al ver a Timo triste, dijo con calma: "Querido Zuri, todos tienen derecho a jugar, independientemente de que sepan o no las reglas. Lo importante es que se sientan incluidos y felices".
Los demás animales asintieron, y Zuri, un poco avergonzado, se disculpó. "Lo siento, Timo. Ven, jugaremos de una manera donde todos puedan participar".
Timo iluminó su rostro. "¡Gracias!". Y así, comenzaron a jugar todos juntos.
Con el paso de los días, Timo se sintió más en casa. Pero un día, un lobo hambriento llegó al bosque.
"Yo soy el rey de este lugar, y voy a decidir quién puede jugar y quién no" -gritó el lobo con voz profunda. Todos se asustaron y huyeron.
Pero Tula se mantuvo firme. "Los derechos de cada uno son importantes, y tú no puedes arrebatar eso solo porque te sientas poderoso".
El lobo, sorprendido, se burló. "¿Y qué harás?".
Tula llamó a todos los animales y les dijo: "Debemos unirnos. Todos contamos, todos tenemos derechos, y juntos somos más fuertes".
Los animales se miraron y decidieron que no dejarían que el lobo los asustara. "No tienes derecho a decidir por nosotros" -gritó Timo con valentía. "Queremos ser libres y jugar juntos"
El lobo, viendo la unión de todos, se sintió inseguro. "¿Pero qué pueden hacer ustedes contra mí?".
Tula sonrió y respondió: "La fuerza está en la unión, en el respeto y en el amor. No podemos dejarnos llevar por el miedo".
De a poco, los animales se acercaron al lobo. "Ya no nos asustarás, porque todos tenemos un lugar en este bosque".
El lobo dio un paso atrás, y Tula le dijo: "Puedes unirte a nosotros, si respetas nuestros derechos".
El lobo, intrigado y sin saber cómo reaccionar, decidió alejarse. "Tal vez no valga la pena asustarlos, tienen algo muy especial".
Y así, el Bosque de los Derechos volvió a ser un lugar seguro, donde todos podían jugar, reír y ser ellos mismos. Timo, el pequeño conejo, se transformó en un símbolo de valentía y unión.
Todos aprendieron que el respeto y la solidaridad son los pilares que sostienen un mundo mejor, y que, aunque puedan existir desafíos, lo más poderoso es defender los derechos de cada uno.
Desde ese día, el bosque celebraba todos los años el Día de los Derechos, donde cada animal contaba su historia y compartía sus sueños. Y Tula siempre recordaba: "El respeto y la amistad son los mejores caminos para construir un lugar donde todos tengan voz y derechos".
FIN.